Sueños:Contémosnos como automóviles

De Bestiario del Hypogripho
Notificación: Este artículo forma parte del espacio de nombres de Sueños.
Pretende registrar, de manera generalmente fideligna, un acontecimiento tal y como se presentó en el ámbito onírico. No conforma por sí mismo canon en los Omniversos del Bestiario.

Este artículo tiene contenido que finge ocurrir en nuestro "mundo real", pero es de hecho ficticio.     Este artículo tiene elementos originales creados por NimoStar. Click para ver todos los artículos de este autor. 

Nada es más impropio que saber quién posee la memoria de los muertos. El número de 30.000 está pintado sobre la mesita final sin que nadie tenga los registros. Esas almas son las que el centro de estudiantes disputa. Estos años eran los principios de los 90', y el recuerdo de la guerrilla seguía vivo. Era solo lógico que la guerrilla se practicase aún, y casi exclusivamente, en los claustros de las secundarias y, en menor medida, las universidades. Influencias alienígenas se acusaban entre ellas. "Sectas, fundamentalistas, radicales", "Es una lástima que los que tienen al Che Guevara sean los malos de esta peli" (se refería a unos recortes de tela como logo). Otra sobresimplificación, otra apropiación de una imagen, un cadáver y un espíritu. El siglo veinte todavía no terminaba. Las selvas de Bolivia se insinuaban detrás de cualquier escritorio. Cualquier líder de un grupo era un/a profeta, cualquier presidencia de centro de estudiantes su causa suicida, cualquier concurso de popularidad, su fusil. ¿No habíamos eludido sus balas? ¿No era eso tan real como Sierra Maestra? ¿Y no sería igual de real nuestra muerte, si perdíamos?

¿Quién decide el esquema de colores de la dilapidada mesita? ¿Es negro y rojo, o rojo y blanco? ¡Las guerras de guerrilla que se jugaron por esto! ¿Se le recortará el interior de los ceros a los 30.000? ¿Dónde se divide el dominio de las sectas? ¿En qué escuela, en qué centímetro? En la Facultad de Filosofía y en el CNBA, estas luchas estaban en juego en ese entonces; otras historias, otras vidas y otros avatares. La ilusión existente de la existencia, la excelencia, el elitismo, el ser "los pocos". Malach estaba ahí, joven aún.

A principios de los 2000', al ir comenzando el 2005, con mis compañeros prospectivos de secundaria empezamos a pensar en lo que no vivimos, en lo que en otro momento pudo ser. Reminiscencias. Ecos distantes de lo que no éramos y nunca seríamos. Nosotros, el vacío. Una nueva generación de silencio. Marcados por nuestros padres. La élite, pero moldeada en el molde del sistema. Masa blanca. Un nuevo comienzo sin ideología, solamente "meritocracia", solamente dinero, poder... y desigualdad. Se hablaba de cuántos autos traían a cada uno. Angelani era traído y retirado del Colegio por una procesión de tres autos, con chóferes y mayordomos. Pero esto no era, en el contexto ni en un sentido estricto, tan extremadamente raro o emocionante. Otros eran traídos y buscados por dos o más autos también. Pensé en el exceso, en tantos automóviles para tan pocos alumnos, en el sentido de auto-importancia inflada que algunos adquirirían por ocupar espacio con sus vehículos, por tener la atención de sus padres, por ser servidos por empleados. Lo que otrora hubiera sido "pertenezco a tal movimiento ideológico" había sido sustituido por "estoy en tal lugar de determinada clase social". ¿Debía yo avergonzarme por no ser como ellos? ¿Volverme invisible? ¿Callar más que los que no decían nada? ¿Hacerme una bolita, y desaparecer?

Desde una consciencia más actual, trasladada en el tiempo, me dije, "no sos bajo. Dejá de pensarte como bajo." - Con Angelani era fácil, claro. ¿Pero qué hay de los otros? Los vi a todos y la verdad es que en mis ojos apenas adolescentes distorsionados por el tiempo, la altura de algunos intimidaba un poco. Yo seguiría creciendo; algunas personas lo hacen antes que otras. Pero en esos momentos podía correr sin sentirme inmediatamente cansado, saltar todo lo que quisiera sin dolor, no tener mal la espalda. Mi paraguas actual servía, sin embargo, de bastón improvisado y garrocha para esas calles del centro. ¿Hasta dónde llegaría en mi próximo salto?

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