Relatos:Tres avances en Umaggar

De Bestiario del Hypogripho

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La desaparición del EMpiro[editar]

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No era como nada que hubiera sentido antes. La presencia estaba ahí, más poderosa que la del Conde de Richelieuzmann, más apabullante que la del Barón de Worcester-Nimny, y sin dudarlo más inmensa que la de la Archiduquesa de Novgorizva-Praciuzk. Ciertamente, el que ahora era llamado Gulubú no podía creer que se tratara de un holograma. En sus años como investigador de El Instituto había estado cara a cara con toda clase de hologramas y simulaciones - y ninguna tenía una potente signatura electromagnética. Como estaba condicionado por sus viejos días en Clarimena, bajó su propia signatura, como dictaba el protocolo en señal de sumisión.

La decana seguía mirando inescrutable con una ligera sonrisa, como si aquello le pareciera divertido. ¿Percibía ella el cambio? ¿Sabía que se trataba de un ritual de su especie? Por supuesto que debía saberlo. Ella lo sabía todo. Y sin embargo... no se había enterado de que él había estado hurgando los archivos perdidos en las Bóvedas. No, no sabía, no podía saberlo, ¿O sí?

Gulubú se puso nervioso. Dudar era lo último que quería hacer. Bueno, no importaba. Si ella no sabía, él estaba por decirle ahora.

- ¿Y bien, investigador? -Rugió en la minúscula oficina la infantil voz de la tirana.- ¿Cuál es el motivo de este inusual pedido de audiencia?

Tres pasos donde arriba es abajo[editar]

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La superficie del planoeta era apenas suficiente para su campo de golf. Solamente tenía un hoyo, y sin embargo, durante dos mil quinientos años, había pensado que eso bastaba. Por supuesto, en un planeta de esas dimensiones, los años no duraban mucho, dada la baja órbita que poseía. Los últimos cuatrocientos años Cymbal se había vuelto despondente, producto de su habitual aburrimiento.

- ¡Puedo embocar este hoyo con los ojos cerrados ya! ¡No hay perfeccionamiento! ¡No hay diversión!

A modo de ilustración, golpeó la redonda pelota con su palo y miró cómo describía algunas vueltas alrededor. Pasó por él una, dos, tres veces, hasta que la pseudo-gravedad le hizo caer exactamente en el hoyo (en uno). El césped artificial del planoeta permaneció tan impasible como su dueño.

- Gran tiro, señor. -Le dijo Ponanza, su caddy robótico.

- Como todos los tiros...

Esto debía acabarse. La próxima vez que pasara el mercader interplanar, le compraría las tres hábito-chuelas motamágicas y que sea lo que el Infinicornio quiera...

La sustancia del mundo[editar]

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Con admirable sangre fría, metió la mano en el contenedor de la máquina. De ahí tomó un electrón gigante (para el tamaño que debería tener un electrón, en cualquier caso) entre los dedos y lo presionó con fuerza. El electrón se deshizo, como hecho de una plastilina; luego esa plastilina se deshizo en arena, y luego esa arena se disolvió en un pequeño charco de líquido negro.

- Fluido cósmico. -Pronunció Doramker con asco.- Todo este maldito Plano está hecho de continuidad.

Los ojos de Rathinna estaban abiertos como platos. ¿Cómo era eso posible? Los femtocosmos, la misividad, incluso la narractividad, todo dependía de la existencia de partículas elementales. Sin embargo ese científico acababa de desintegrar un electrón en componentes más pequeños sin la más mínima expresión de sorpresa. Y para colmo de colmos, por la parsimonia con la que había sucedido eso, sospechaba que eso no era lo último que le deparaba en sus introducciones al Onceno Circuito de Investigación Plural...

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