Relatos:Registro Dalton - capítulo 1

De Bestiario del Hypogripho

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Portada del capítulo 1 de Registro Dalton.

Este artículo tiene elementos que forman parte de ficciones de contención.   Este artículo tiene elementos que forman parte del lore de PIAM (el Proyecto de Inserción Anómala Masiva).     Este artículo se compone de contenidos creados por Míster Fc.  Este artículo está ilustrado con imágenes de Míster Fc, ninguna otra persona, ningún autor adicional y nadie más.  Este artículo es de dificultad intraficcional moderada (magnitud 2). Algunos conocimientos sobre las ficciones mencionadas pueden ser necesarios para entender mejor, o del todo, el tópico. 

Capítulo 1: Gorila de dos patas y cerebro de humano

Clásica leyenda de toda la historia. Homínido desconocido, eslabón perdido, aquel de patas olorosas.

Sencillamente el gran Pie Grande le había llamado la atención a una chica de lo más curiosa y peculiar entre toda la gente.

Buscaba en internet bastante sobre esa leyenda desde que se habló de su aparición por un campamento cercano. Era la perfecta oportunidad para una exitosa investigación y probable captura.

Tanto se debatió y se sigue debatiendo de esa criatura. No le gustaba que gente ajena supiese de sus actividades relacionadas a lo desconocido. Pero veía esto como una gran oportunidad de llenarse los bolsillos de fajos de aquel papel verde tan valorado por la humanidad.

Sin esperas, Sarah agarró las cámaras trampa, salió del sótano y se dirigió con paso apurado a su patio. Este daba inicio a un bosque de destacable tamaño. Era perfectamente posible que el gran homínido mítico se pasee por este sector. Saltó la cerca y se adentró en todo aquel conjunto irregular de árboles.

Instaló 16 cámaras por todo el alrededor de su casa y zonas más espesas del bosque. Sabiendo que no aparecería en poco tiempo, decidió salir con un pequeño paraguas a la calle. El sol pegaba fuerte y bien sabía que su piel se irritaba con los rayos solares. Con su saco gris largo, su pinta blanca y su mirada de cadáver salió de su cueva llamada habitación y se dirigió a la calle en busca de bebidas para casa.

—Veamos... —se dijo susurrante a sí misma mirando la entrada del mercado. Con una pequeña lista en mano, inició su odisea por el mercado.

La lista de compras consistía en:

  • Leche
  • Docena de huevos
  • Un kilo de Pan
  • Arvejas
  • Manteca
  • Jugo de frutas a elección

Aún no había empezado y estaba muy alerta de todo. No sabía que persona podría acercarse a ella con intenciones dañinas o meramente interesadas. Su apariencia también era sinónimo de burlas y estigmatización. Aunque el no salir mucho ayudaba a ser olvidada al poco tiempo.

—Leche, leche... ¿Dónde estaba?, ¡ah!, ya vi —se dijo dirigiéndose a las heladeras.

Desde su teléfono revisaba las cámaras. Nada aún, todo tranquilo e inerte. Nada más que la fauna común y corriente de la zona.

Ya con la leche, se dirigió al almacén para recoger los huevos... En eso, pensó en llamar al casi el único ser humano con quien habla o pasa tiempo. En este caso, para ayudarla con la investigación de "Pie Grande".

—Sammy, estoy comprando, cuando salga iré a tu casa para que me ayuden con algo...
—¿Implica arriesgar mi vida como en todos los casos? —replica Sammy desde el otro extremo.
—Depende...
—Caray.

Tal respuesta de su parte le recordó lo miedoso, nervioso e inseguro que llegaba a ser ese chico. Resultó un milagro que aceptara y sobreviviera a los casos que Sarah investigaba. Era una duda que ella aún se cuestionaba.

Finalizada la llamada, siguió su camino.

Una potente cantidad de gente emergía entre los pasillos cada vez que la albina daba un paso, indetectable no era. Pues, era el centro de atención de muchos ajenos a la cotidianidad de ver a la persona más blanca del mundo frente a sus ojos, todos los días. Agarró huevos, los metió en la canasta, fue de allí para allá en la odisea de las compras. Un viaje rutinario que aún le molestaba. Ya con la leche y los huevos, se preguntaba por donde se ubicaran los panes. Debía ser honesta, no tenía muy buena orientación en un mercado a donde no había ido anteriormente. En eso, le llegó un mensaje el cual eventualmente no tardó en fijarse el asunto.

“Sarah, Charlie dice que está contigo ¿Es cierto?”
“No que yo sepa…”, es lo que respondió Sarah al mensaje de Sammy

En eso, alguien le toca el hombro derecho. Sarah se voltea con rapidez. Se sobresalta levemente. Afortunadamente es alguien conocido.

Si bien su cabello tapaba sus desconocidos ojos, parecía ver perfecto.

—¡Sorpresa, mi albina!
—Me vas a matar del susto. Prefiero morir por un fantasma que de un susto… Aunque es lo mismo… —responde la albina volviendo a su camino. Dio una pequeña sonrisa y volteó al joven de dudoso género.
—¿Vas a venir? Vamos. Tenemos un caso famoso y antiguo. Pero nunca fue tomado con la profundidad con la que nosotros tomamos nuestros casos.
—¿Ah, sí? ¿Qué iremos a cazar o qué será lo que nos transforme en presas?

La albina tomó un peluche de un mono y se lo mostró al chico.

—Esta cosa —respondió la chica moviendo al muñeco.

Charlie se quedó pensando.

—¿Un peluche de mono?
—Algo parecido. Pero no. Hablamos del mítico: "Pie Grande" —reveló la albina alzando el mono. Simultáneamente lo lanzó a su lugar.

Charlie colocó sus manos en sus mejillas sorprendido. Brincó alrededor suyo y agarró al mono de peluche.

—¡Oh, sí, cazaremos al mono gigante!
—Algo así. Vamos, termino esto y vamos a buscar a Sammy…

Con eso dicho, pasaron 20 minutos desde que Sarah llevó las compras a su casa. Finalmente ambos jóvenes ya estaban en la vereda, parados mirando los densos árboles, esperando a que algo raro se decidiera a revelarse o mínimamente hacer presencia.

Sarah hizo un ademán casi silencioso hacia Charlie, indicando el camino. Al parecer este no fue a su casa interiormente.

Paso tras paso, iniciaron una común conversación entre ellos.

—Veamos Charlie, ¿crees que Pie Grande existe? —preguntó mirándolo con su sonrisa diminuta pero notable, a esperas de sus suposiciones.
—Pues… con las cosas que vemos comúnmente, lo más posible es que sí.
—Tiene sentido. Pero, ¿qué crees que sea? ¿Un eslabón perdido sobreviviente? ¿Un experimento fallido? ¿Una raza de seres con poderes psíquicos que posee envidia a la humanidad por progresar y subsistir mucho más que los Pie Grande? —divagaba mirando los árboles y esperando a que algo se moviera por allí.
—Eso fue bastante específico. No se que te fumas para ello pero suena genial —respondió Charlie entre unas risas de bajo volumen.

La mirada de la joven tan blanca como la nieve volvió a su estado serio que portaba en todo momento. Se detuvo a medio camino, frente al creciente bosque desconocido.

—Ojalá solo alucinara y nada fuese real. Pero es innegable que estos casos, estos misterios y seres que se escapan de nuestra compresión, hacen la vida un poco más interesante… Estamos cerca de Sammy. Nos está esperando —afirmó señalando la casa de aquel joven.

La casa número 283 de aquella calle sosegada estaba silenciosa. Ambos adolescentes se pararon enfrente de la puerta decorada por una ventana impecable. Sarah tocó la puerta 3 veces cada 2 segundos, el cual era una especie de código para el trío, y esperó a que aquel chico demasiado normal atendiera.

Sammy no escuchaba, distraído con sus juegos en la computadora, no escuchaba las llamadas de la albina.

—Puta madre, Sammy. ¿Está en casa el imbécil? Ya es la segunda vez… Una más que falta así y, y no sé —se quejó Sarah golpeando más fuerte la puerta de gruesa madera—. ¡¡Sammy, atiende, pedazo de mierda!!
—Creo que no está —formuló Charlie.

Sarah lo observó con una expresión colérica que obligó al chico a retroceder.

Tras 10 minutos, Sammy finalmente aparece. Nervioso, sonrió a ambos. Charlie le devolvió la sonrisa y un saludo. Pero de Sarah parecía emanar el mismo diablo con su mirada, molesta, enojada e impaciente, solo volteó y fue a la calle.

—P-perdón Sarah, estaba… Ocupado limpiando cosas, el piso, eso. —Se intentó justificar Sammy a duras penas.

Pero la peliblanca ignoró sus palabras.

Apenado y un poco asustado, Sammy se acercó a ella y colocó suavemente su mano en el movido hombro de la chica.

—No te enojes, Chris. Solo tardé un poco.
—No importa —replicó rápidamente poniendo su mano enfrente de él—. Te estarás preguntando de qué trata el caso de hoy ¿no? —preguntó la señorita Christine mirando de reojo al chico.

Este se quedó mirando el cielo y luego a Charlie. Volvió a fijarse en Sarah y sin ninguna forma de saber a qué se refería, decidió preguntar con cierta inseguridad a que se debía la reunión.

La respuesta de la blanquecina adolescente fue cortante por un momento, pero luego comenzó a lanzar su catarata de palabras.

—Ya todos saben de él, pero nadie está seguro de su existencia. Tantas imágenes, vídeos, un montón de documentos sobre él… Es increíble la desinformación que abunda y la falta de interés ante semejante ser que podría tratarse de lo que fuese. Últimamente…
—¿Pero de quién hablamos? —interrumpió Sammy adelantándose.
—El mítico Pie Grande. Últimamente se lo reportó atacando a unos campistas hace poco. Y mi deber, así como el de ustedes, es localizarlo, capturarlo, estudiarlo y de ser necesario, eliminarlo.

Aquellas últimas palabras lo dejaron pensando: ¿eliminar a quizás el último de su desconocida especie? Sonaba cruel. Pero Sammy ya sabía cómo era aquella chica. Cruel, gélida y turbia. La extinción de otros no parecía causarle mucho dolor.

—Muchas veces supuse que es parte de una raza entera. Antigua pero tímida y temerosa ante el poder acaparador de la actual humanidad —añadió Charlie mirando al cielo, analizando la situación—. Y de ser así, sería increíble descubrir más de ellos, ¿no?

Sarah suspiró pensativa, pensando en sus deseos de comer algo. En eso, su muslo derecho vibraba con intensidad. Manoteando en el bolsillo, su teléfono notificó movimiento por algunas cámaras que instaló.

—Mucha charla. Hora de trabajar realmente…

Las imágenes mostraban una figura densa y lenta, de aproximados tres metros, robusta y atontada. Todo siendo anotado en la planilla que esta mantenía en su sótano, junto a todo su equipo de investigación paranormal.

Aquella chica marginada y ermitaña poseía amplios conocimientos en biología y otros campos que engloban aquella posibilidad de la existencia de seres extraños o incluso imposibles, muchas que conforman la satírica criptozoología.

Haciendo una seguidilla de sus pasos, dedujo que los avistamientos son de hace minutos atrás, podía asegurarse de comprobar si Pie Grande dejaba algún rastro de alguna forma para rastrearlo.

Acompañada de ambos chicos tan diferentes, se equipó con una cámara, una mochila con diversos artefactos que podrían ayudarlos y una libreta de borradores y anotaciones que esta usaba constantemente.

Al poco tiempo, y gracias a las bicicletas que estos poseían —a excepción de Sarah—comenzaron con el rastreo y localización de la bestia.

— Sigamos el formato de captura, primero lo buscamos, luego lo enfrentamos y por último lo capturamos. Y de paso sacamos fotos y material audiovisual que publicaré en el blog —informó Sarah susurrante.
—¿Al menos nos das crédito por ello? —cuestionó Sammy indignado.
—Sí… La mayoría de veces.

Siguieron un tenue rastro de daños en árboles y pisadas penetrantes en la gramilla y tierra húmeda. Pudieron distinguir la extraña forma de las huellas, plantígrado, de tres dedos con unas posibles garras. No era algo que el trío esperara del Pie Grande, sabiendo que siempre se dijo que tenía un pie humano de gran tamaño.

O es otra criatura o nunca dijeron la verdad.

—Curioso… No es el tipo de huella que esperábamos de esa cosa.

Repentinamente, hubo una señal que les gritó a los tres que esa cosa seguía allí con ellos. Escondido, acechándolos.

Fuertes pisadas alzaban volumen de forma gradual acompañados de vocalizaciones inhumanas.

Sammy, aunque ha experimentado el encuentro con seres de imaginación, aún temblaba por su vida y la de sus amigos.

Gritó avistando directamente el bulto negro que se abría paso entre los árboles hacia el trío.

Cuando la criatura estuvo lo suficientemente cerca, un disparo rápido surgió de alguien cercano. La bestia huyó rápidamente y tanto Sammy como Charlie se sobresaltaron.

Cuando buscaron el origen del disparo, vieron inertes como la silenciosa y mecánica albina guardaba un revólver dentro de su saco largo y gris.

Anotó en la libreta lo sucedido recientemente y de la vieja cámara aún muy útil, extrajo la fotografía y la pegó con el mismo lugar.

—Admito que fallé. No sé cómo, quizás fue la adrenalina. Pero afortunadamente saqué provecho del momento —comentó Sarah serena y observadora. Señaló a un punto del bosque, pues por allí aseguraba que el supuesto Pie Grande seguía su camino.
—Debemos seguir. Solo me detendré si oscurece… —añadió.

Ambos jóvenes no sabían que ella portaba un arma, menos un revólver. Pero de alguna forma, se sentían más seguros.

—Nunca nos dijiste que tenías un puto revólver en tu saco. Y menos que sabías usarlo —se quejó Sammy. No le gustó tal sorpresa, pues nunca mostró eso cuando estaba él con ella desde sus inicios.
—¿E ir a buscar un monstruo mítico sin defensas ni armas? Eso es estupidez en su máxima expresión… Además, deberías agradecer —respondió sin mirarlos.

Charlie no estaba asustado del todo, pero sí muy intrigado.

Mientras sus dos amigos intercambiaban palabras no muy agradables, el chico de dudoso género analizó la figura del supuesto Pie Grande que se acercó. No pudo distinguir sus brazos, tampoco su cabeza. Se veía más pequeña y el cuello con ¿huecos?

Aquellas imágenes fugaces solo hacían más difícil su comprensión ¿Qué tan difícil es imaginar a un homínido de 2 o 3 metros?

Simplemente no cuadraba.

Sus sentidos se agudizaron al sentir una presencia más detrás suyo, aún cuando veía a Sarah y su compañero conversar de sus imperfectos en los casos.

En un rápido movimiento, dio un fuerte golpe con un palo a lo que sea que allí lo esperaba. Este se partió al instante y, temeroso, Charlie observó como aquella extraña forma vagamente humana gruñó y lo agarró con vigor.

Los gritos no tardaron en llegar a los oídos de ambos jóvenes. Sammy, atónito y sorprendido, vio como la bestia de dos patas y cerebro humano tenía entre sus diversas extremidades a Charlie, el cual batallaba por salir de su posesión usando patadas y dientes.

Mientras Sammy pensaba con desespero que usar para enfrentar semejante monstruo, Sarah se apuró a correr hacia la criatura trepando por la espalda del ser y, tras una fugaz mirada, notó la carencia de piel, carne y hueso. Era un cerebro expuesto, donde solo yacían dos ojos blancos y una extraña mandíbula que se colgaba de la extraña cabeza. Haber sentido la viscosidad de los sesos de esa cosa no fue la mejor experiencia de la chica, pero valió la pena para hacer que suelte al chico.

—¡Sam, haz algo útil y sácale fotos a este mequetrefe! —gritó la albina lanzando la cámara hacia el despistado y nervioso chico.

Este, sistemáticamente, empezó a tomar variadas fotos, cada una mostrando la lucha entre su amiga y líder contra el supuesto Pie Grande, que de Pie Grande no tenía nada. Sammy, cuestionando los planes de Sarah y agitado, ayudó a Charlie a levantarse mientras este buscaba algún punto débil en la criatura. Pero era muy obvia.

—¡Dispara a la cabeza y vuela sus sesos! —gritó Sammy hacia la movediza chica.

Esta desenfundó el revólver de su saco y, apuntando vagamente, disparó la poderosa bala que no sólo atravesó el cerebro, sino que también destrozó toda su estructura. Sarah, con algunas manchas importantes de sangre, se dejó caer con la criatura, amortiguando el impacto.

Cuando el ambiente se calmó y todos respiraron lo suficiente, Sarah se acercó a la destrozada cabeza de la criatura y la analizó con lápiz en mano.

—Muy bien… Este no es un Pie Grande que alguien esperaría ver… —objetó Sarah mirando las raíces del cerebro y sus largos y numerosos brazos.
—¿C-crees que verdaderamente sean así y los demás vieron otra cosa? —sugirió Sammy aún sacando fotos con un poco de temblor pidiéndole a dios que no se vuelva a levantar.

Charlie era más observador, estuvo viendo todo su cuerpo en el largo rato de teorías de ambos.

Era curioso como tenía serias y profundas diferencias con Pie Grande. Piernas robustas y con rodillas invertidas, seis brazos como tentáculos peludos y manos como fuertes pinzas.

Ese no era un Pie Grande. Al menos no ahora.

—¡Charlie! —llamó Sarah agachada—. Ayúdame a extraer su cerebro.
—¿En dónde vas a llevarlo y a dónde? —preguntó dudoso: raras veces se llevaba partes de lo que cazaban. O se lo llevaba entero y vivo o mínimo su cadáver. Pero esto solo aplica a cosas no muy grandes y pesadas.
—En mi mochila y hacia mi sótano ¿Crees que voy a desperdiciar este misterioso ser mítico? —respondió la adolescente indignada por tal pregunta estúpida a su parecer.
—¿No es mejor llevarlo al laboratorio con tu papá? —sugirió Sammy pensando en su padre y su interesante oficio.
—¿Enserio crees que eso será útil? lo van a confiscar, adueñarse, hacerle experimentos y ocultarlo de todos… O quizás lo desechen porque no es muy relevante.
—¿Y tú qué vas a hacer?
—Lo mismo. Pero sin ser un gobierno de dudosa confianza.
—Uy, te pusiste anarquista —bromeó Charlie tras una corta risa.

Por alguna razón, no costó mucho extraerle el cerebro. Este se deslizó de los huecos de su torso con facilidad y rapidez.

—Extraño…
—Sumamente extraño —replicó rápidamente Sarah, guardando el cerebro en una bolsa y ocultándose en su mochila—. El cadáver quedará aquí. Que se lo coman los bichos —dijo la chica, comenzando a alejarse del lugar. Los dos restantes la siguieron al poco tiempo.

Pasadas las horas y ya cada uno en sus casas, Sarah le estaba preparando un té a su abuela. Ciega y torpe, a sus 93 años aún agradece que Sarah existiese.

—Ten, abuela. El té caliente y dulce está listo —dijo aquella gélida y misteriosa chica con un tono extrañamente agradable y susurrante con movimientos gentiles.
—Gracias amor. —Agradeció Irma con su avejentada voz mientras tomaba con algo de dificultad el té.

Sarah tenía que ayudarla a beber, sus labios entumecidos dificultan en gran medida el trabajo. Pero afortunadamente, tomaba rápido y bien.

Finalmente, cuando la anciana se durmió. La noche cayó y su padre también.

Abrió la puerta suavemente y se sintió relajado del cotidiano silencio y sosiego en la casa.

—Bueno, bienvenido otra vez, Karl. —dijo a sus interiores con comodidad.

En eso ve a su hija, tan silenciosa y blanca, sentada en el sillón con su laptop. Esta dio una rápida mirada a su padre y se levantó a saludarlo.

—¿Cómo estuvo el día, aventurera? —preguntó Karl con voz agradable.

Sarah sonrió un poco y miró a unos lados.

—Bien… Sólo salí con mis amigos a caminar.
—Me alegro. Creo que hoy haré unas albóndigas con fideos, ¿qué te parece?
—Perfecto, las espero con ansias. Por cierto, si ves mi saco manchado con rojo, es kétchup. Fuimos a comer y me ensucié.

Karl se rió y siguió su camino a la cocina.

Volviendo a su sillón, Sarah buscó más para analizar los sucesos anteriores sobre ese extraño Pie Grande.

Tras la cena, la albina ermitaña bajó al amplio sótano, dejó caer el cerebro demacrado de la criatura en un frasco con agua y mantuvo su mirada en él.

Había algo interesante en sus raíces nacientes del cerebelo. Pinchos, pequeñas protuberancias y ventosas. Como si fuese un amorfo octópodo.

Sarah utilizó instrumentos para ver más detalladamente el cerebro y, repentinamente, este golpeó el vidrio.

Estaba aún vivo, es más, se podía ver como su destrozo se arreglaba gradualmente.

Para confirmar sus teorías, demoró unas horas para conseguir al anfitrión. Demoró minutos para conseguir la sala de pruebas y demoró segundos en ver cómo el cerebro ya no era de Pie Grande, ahora era del gato que este decapitó y reemplazó. El gato al que sus brazos fueron modificados para dividirse en seis y su cola alargada peligrosamente. Maulló terriblemente por largos minutos, hasta que la albina lo silenció eternamente.

Para asegurarse que nunca más vuelva, la terrible chica agarró la licuadora de su cocina, arrojó al parásito dentro e hizo que lo que antes era una forma de vida compleja, mortífera y aterradora, sea solo líquido.

La conclusión ya fue definida.

No era Pie Grande, era un parásito…

Pero, y sin que esta lo sepa, lastimosamente no era el último ni el primero. El cadáver original fue arrastrado por otros, y los cerebros con ojos observan entre los árboles de los bosques de Dalton. Esperando el regreso de la cazadora.

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   Artículo original de Míster Fc
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