Relatos:Los discursos de los dioses
De Bestiario del Hypogripho
El mortal se acercó tímidamente al orbe mientras la figura de larga túnica, largas uñas y larga barba blanca lo observaba.
- ¿Estás listo para la inmortalidad? - ¿Me arrepentiré? ¿Dolerá? - Por supuesto que no...
Apenas la mano extendida del mortal tocó el orbe resplandeciente en la caverna oscura, gritos de agonía y rayos sepulcrales llenaron de luz y estruendo el recinto de suspenso y penumbra. Y los relámpagos -y los gritos de quien no podía escapar- siguieron, y no se detuvieron mientras el anciano sabio se incorporó sonriendo. - ¡Tonto! ¡Ingenuo! Absurda criatura, ¿No te das cuenta? Si los mortales mienten, campesinos y déspotas, piratas y emperadores, ¿Crees que los hechiceros no mienten? ¿Y que los alquimistas no mienten? ¿Y que los grandes y ancianos inmortales no mienten? Y los Dioses, ¿Crees por ventura que están obligados a decir la verdad? Y con tantos eones y poder, ¿Por qué lo estarían? ¿Acaso no pueden ellos mentir más que ninguno? ¿No se encuentran en la posición que les permite mentir más que nadie? Cuando sufrías, en cada desgracia modesta, en cada paso mal dado, en cada profunda e irreparable tragedia personal, ¿Creías que el Universo lloraba, o reía? La respuesta puede sorprenderte, hijo mío. Ahora lo averiguarás, porque tu mortalidad, ese don precioso, te ha sido sustraída para otorgarme el regalo de la muerte, ¡Ah, regalo, qué palabra traicionera! Si fui yo quien tuve que arrebatártelo. En mi lugar, conocerás el significado de mi discurso mejor que nadie.
Y el silencio sobrevino, y las luces se apagaron. Pero el mortal que ya no era mortal seguía allí.