Relatos:Destino Motarius Strange

De Bestiario del Hypogripho
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Retrato del profesor Motarius Strange.

Este artículo tiene elementos tentativos o especulativos que formarían parte del Omniverso del Imontegaverso, pero que no fueron necesariamente confirmados como canon en él.   Este artículo tiene contenido que finge ocurrir en nuestro "mundo real", pero es de hecho ficticio.     Este artículo se compone de contenidos creados por Imontegav.  Este artículo está ilustrado con imágenes de Imontegav, ninguna otra persona, ningún autor adicional y nadie más.  Este artículo es de dificultad intraficcional potencialmente elevada (magnitud 3). La comprensión puede resultar difícil si no se poseen conocimientos previos sobre las ficciones referidas. 

El vacío del espacio se llenó de pánico cuando la alarma roja comenzó a resonar en la CommonFly Alpha-C, una maravilla tecnológica propulsada mediante fusión nuclear, un coloso de acero destinado a explorar los misterios de Alfa-Centauri. Los astronautas, inicialmente en ropas cómodas mientras disfrutaban de la ingravidez del interior de la nave, vieron sus caras alegres y tranquilas transformarse en máscaras de temor cuando el cosmos les recordó su inmensidad y su capacidad para destruir.

El impacto misterioso había vulnerado la nave, atravesando su grueso escudo frontal de metro y medio de grosor, y abriendo una brecha en el módulo de hábitat de la nave. Con cada segundo que pasaba, su vitalidad escapaba hacia el espacio. El aire, desesperadamente succionado de los pasillos abiertos, resonaba como el último suspiro de la nave y de la esperanza.

Rápidamente, los técnicos, movilizados con urgencia, se dirigieron a través de los fríos y estériles corredores metálicos hacia la sección dañada para sellar las puertas más cercanas. La tensión flotaba en el aire, y la luz parpadeante de las alarmas pintaba sombras fantasmagóricas en los rostros preocupados de los astronautas.

Desde las sombras del pasillo dañado emergió una figura peculiar. Un ser que desafiaba las leyes de la realidad, Motarius Strange, con su forma cambiaformas que bailaba entre la cordura y la locura. Su rostro blanco, iluminado por una sonrisa aterradora, era una mezcla de alegría y malicia pura, una combinación que desconcertaba a cualquiera que tuviera la desgracia de cruzarse con él.

—¿¡Qué es esa cosa!? —gritó uno de los astronautas técnicos de reparaciones, apuntando su linterna espacial hacia la figura oscura que avanzaba por las paredes, clavando sus pies en el metal con una gracia antinatural, como si el espacio se transformara en un juego de lodo cósmico.

—¿Quién eres? ¡Detente! —ordenó su compañero, tratando de mantener la calma mientras ajustaba la empuñadura de su herramienta de reparación y desenfundaba una pistola de bala hueca.

Motarius Strange se detuvo en seco, girando la cabeza hacia los técnicos. Sus ojos, brillando con una luz anormal, no mostraban ni rastro de humanidad.

—¿Que quién soy yo? ¡Jajajá! ¡Yo soy el increíble, intrépido, audaz... Motarius Strange! —dijo con gran alegría antes de cambiar su rostro a uno más serio. — Yo soy el arquitecto de la realidad, el maestro de la motamagia. — Dijo con una voz bronca. Su rostro cambió a uno de alegría de nuevo. —¿No están emocionados de tenerme a bordo? —su voz resonó en el vacío del pasillo, enviando escalofríos por las espinas de los astronautas.

—¡No queremos problemas! ¡Solo queremos llegar a nuestro destino! —exclamó uno de los astronautas, tratando de calmar la situación.

Motarius rió, un sonido que reverberó de manera inquietante por el casco de la nave.

—Problemas, problemas. La vida está llena de problemas, ¿no es así? Pero permítanme ofrecerles una solución. Una salida, por así decirlo. —

Con un movimiento de su mano, la realidad misma se distorsionó. Las paredes de la nave temblaron, y la gravedad pareció doblarse a su voluntad. Los astronautas se vieron envueltos en un vórtice de ilusiones y pesadillas.

—¡No podemos dejarle hacer esto! —gritó desesperadamente uno de los astronautas mientras luchaba contra las fuerzas desconocidas que tiraban de él en direcciones imposibles.

—¡Huyan, vayan a las cápsulas de escape! ¡Rápido! —ordenó otro, pero la realidad misma parecía rebelarse contra ellos, mientras caras burbujeaban de las paredes, mientras una cabra con calzoncillos se materializaba del humo y comenzaba a correr por los pasillos, y mientras figuras geométricas con colores imposibles llenaban el aire.

Motarius Strange observó con deleite la desesperación de los astronautas mientras jugueteaba con las leyes del universo. No había escapatoria. La nave, ahora una amalgama de sueños y pesadillas, estaba condenada a desaparecer en la vastedad del espacio.

—¿Qué has hecho? ¿Por qué nos atacas? —gritó un astronauta, su voz ahogada por la distorsión del entorno.

—Atacar, no, no. Solo he venido a ofrecerles un destino más interesante. ¿Qué es la vida sin un poco de caos y sorpresas? —respondió Motarius con una sonrisa macabra.

La realidad continuó desmoronándose mientras los astronautas se veían atrapados en una danza de ilusiones y tormentos. Motarius Strange, el ser de sonrisa siniestra, se desvaneció en las sombras, dejando tras de sí un rastro de desesperación y tragedia en una amalgama de todas las cosas que antes fue una nave, en el frío y silencioso espacio exterior.

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