Relatos:Crónicas Mágicas de Valencia - Capítulo 8
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ADVERTENCIA: Este artículo forma parte de Crónicas Mágicas de Valencia. |
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Capítulo 8: El gato[editar]
Una vez sobreviví a la nochebuena, estuve varios días en inactividad. Básicamente vivía refugiado en mi hogar por pereza y por aburrimiento. Todavía estaba trabajando telemáticamente en la clasificación de pociones, por suerte el contrato vencería en pocas semanas y ya me libraría de ese sufrimiento, de esa tortura de Sísifo que consistía en borrar y escribir pociones en diversas secciones de clasificación para que luego cambiaran las definiciones de la noche a la mañana y tuviera que repetir esa odiosa tarea.
Durante estos meses que pasé reclasificando pociones por puñeteros pequeños cambios de definiciones de palabras y estándares, obtuve verdadera animadversión por dichas. Era ver un matraz con un líquido y me entraba una mala hostia... ¡Uf! Creo que llegué a partir una silla a patadas en una ocasión por culpa de la frustración de tener que reclasificar esos endemoniados objetos.
En fin... Volviendo al tema sobre mi día a día.
Básicamente vivía refugiado en mi hogar por pereza y por aburrimiento, y de vez en cuando pasaba alguno de mis nuevos vecinos allanadores, y efectuábamos un trueque, un intercambio de materiales y objetos según intereses y valores subjetivos.
Cambiábamos diversos alimentos, objetos y substancias mágicas.
Los productos que yo ofrecía habían sido comprados en diversas tiendas, y los productos que me ofrecían ellos eran cultivados, traficados o manufacturados a mano. Los allanadores no podían ofrecer mucha cosa habitualmente, pues pocos tenían trabajo o cobraban una pensión. Muchos se ganaban la vida con sus ahorros, con la artesanía, con la chatarrería o con negocios negros.
El cuarto día tras la nochebuena, uno de mis nuevos vecinos punkis, la Flequillos, me pidió un favor: llevar a su gato al veterinario. La cosa estaba en que ella había adoptado un gato callejero y este estaba enfermo. Me lo pidió a mí no por confianza, más bien porque tenía dinero efectivo. A cambio me dio una gema mágica (¿quizás robada?) para financiarme. Por otra parte, yo no tenía ganas de responsabilizarme de ninguna alimaña.
El suceso ocurrió tal que así:
El día comenzó y se desarrolló como cualquier otro día.
Yo yacía sentado en el sillón viendo un programa noticiario en el televisor.
Mortífagos de España, ME, ha declarado que no prestará más apoyo al VOX:<br- Nosotros, los mortífagos, consideramos que el VOX es un partido demasiado radical.
- Nuestra única y humilde intención es únicamente aniquilar a los muggles, a la gente no mágica, de nuestra bella y gran nación.
Esto es lo que ha declarado Chiquito Dandebrojo, uno de los principales representantes del partido.
Un campesino ha hallado al desaparecido expresidente de "Ciudadanos" Alberto Rivera en un edificio en ruinas de Olivares, en Sevilla.
Al parecer llevaba varias semanas alimentándose de los adoquines del edificio abandonado, oculto del resto del mundo.
El expresidente ha sido recogido por las autoridades sanitarias y ahora será puesto en revisión psiquiátrica. Les mantendremos informados.
Continúa la búsqueda del peligroso mago cambiaformas apodado "el Mortadelo" sin ninguna pista de su paradero.
El ministerio español de defensa contra las artes oscuras en conjunto con las fuerzas armadas del estado ya temen que el sujeto haya podido huir del país o incluso del continente.
La gran amenaza d"el Mortadelo" ha sido anunciada dentro de la OTAN y ha comenzado a suponer un tema de preocupación internacional.
La morcilla de Burgos ha sido declarada patrimonio de la humanidad, otra vez...
En noticias internacionales:
El templo-cementerio-columbario-crematorio más alto del mundo ha sido inaugurado en la India.
El rascacielos de elegante arquitectura fractal, apodada "torre del destino final", posee una altura de 2.435 metros, y dispondrá de un complejo turístico con hoteles y restaurantes para cobijar a peregrinos de diversas religiones, así como de una casa de portales y un agujero de gusano mandelbulb multinexado de gran caudal.
"Es una maravilla de la ciencia, del arte y de la magia en sinfónica armonía con la fé", ha declarado el Papa Francisco.
Así estuve un buen rato, mirando noticias, hasta que tocaron a mi puerta. Me levanté del sillón y me dirigí hacia dicha. Miré por la mirilla... Allí estaban el Setas y la Flequillos. La Flequillos llevaba un gato negro, del cual sujetaba el tórax con sus dos manos. Abrí la puerta.
- Ale ale. - Dijo el Setas. La Flequillos sonrió incómodamente.
- ¿Qué sucede? - Pregunté.
- Venimos a visitarte porque la Flequillos quiere pedirte un favor. - Respondió el Setas.
- Verás, tengo un gatito muy enfermo y me preguntaba si podías llevarlo al veterinario. - Explicó la Flequillos.
- ¿Qué? - Pregunté con la cara achinada, ya que no sé si me estaban hablando literalmente, se me estaban insinuando o me estaban vacilando.
- Que no tenemos suficiente efectivo para pagar. Por eso te pedimos a ti que te lo lleves al veterinario. Te pagaremos en metálico. - Respondió la flequillos. Y se sacó una gema mágica del bolsillo de su grisáceo pantalón vaquero roto, el cual me entregó en una mano.
- Pero esto es... - Observé, pero me interrumpieron.
- Es verdad. Esto no es un pago metálico, es un pago cristalino. - Repitió el Setas, haciendo la broma.
- Venga, todo tuyo. - Dijo la flequillos entregándome rápidamente el gato, el cual sujeté por reflejo, y rápidamente se marcharon.
- ¿Pero a dónde vais? ¿Qué hago con esto? - Repliqué yo, pero ellos ya estaban bastante alejados.
El tiempo pasó y me preparé para la tarea. Por suerte, en casa tenía perlas mágicas teletransportantes evanescentes de corto alcance, configuradas en castellano y conectadas a Google Maps, que me permitirían viajar rápidamente a mi destino con tan sólo estrellarlas al suelo y diciendo el destino del viaje.
Estaba en el salón de mi casa, de pie, repeinado y vestido formalmente con un traje ocre de corbata roja. Sujetaba al gato con el brazo derecho y mi pecho. Alcé el otro brazo, con cuya mano sujetaba la perla de teletransportación.
- ¡Al veterinario más cercano! - Grité, y rápidamente lancé la perla a mis pies.
De pronto reaparecí en el aire dentro del vestíbulo de un hospital veterinario. Caí de espalda sobre una mesa de madera contrachapada blanca, rompiéndola en el proceso.
- Hostia terrible. - Susurré dolorido por el impacto mientras me retorcía sobre las astillas. El gato no sufrió daños y se fue caminando por la sala.
Me levanté cojeando y me comí el suelo de nuevo intentando capturar al gato. Me quejé de dolor y me volví a levantar, cojeando más maltrecho y despeinado que antes. Tras capturar con éxito al gato, sencillamente agachándome y agarrándolo con el brazo, toqué el timbre y me senté en una de las sillas del vestíbulo. Pillé una revista para disimular.
Aunque no los veía, en todo el edificio se oían los ladridos, graznidos y alaridos de los diferentes animales, probablemente enjaulados. En poco tiempo comencé a oír una voz.
- Calli! Calli! Gos sarnós! Per molt que em Ladres, no et tornaré els teus ous.[1] - Decía la voz.
- Em cagui en els animals, que fart estic d'ells. Quina fart![2] - Podía oír.
De una puerta salió el veterinario, un señor rechoncho con gafas, de avanzada edad y medio calvo aún con su poco pelo restante de color oscuro, que iba vestido con una bata blanca y llevaba una de esas bombillas de médico en la cabeza que no sé cómo se llaman.
- Bon dia... Però, què collons ha passat aquí!?[3] - Exclamó el veterinario.
- Ni idea, eso ya estaba así cuando llegué. - Dije sin ni una gota de nerviosismo, más bien adolorido.
- Oh, altre castellanoparlant. Està tot plagat. - Dijo y resopló. - Y bien, ¿cuál es su consulta? - Me preguntó.
- Este gato que tengo aquí tiene algún problema de salud, creo. - Respondí.
- ¿Crees? Baj, bueno, pase por la consulta. - Me dijo, todavía mirando fijamente la destrozada mesa.
Ambos, entramos por esa puerta. Recorrimos un ancho pasillo y entramos a un cuarto con camilla, mesa de oficinista y algunos instrumentos médicos colocados en una estantería blanca de madera contrachapada o plástico.
El médico veterinario sacó su estetoscopio, y comenzó a examinar las pulsaciones y respiración del gato.
- Um... - Musitaba este.
Comenzó a examinar también la panza del animal.
- Ya sé qué le ocurre. - Dijo el veterinario. - Este gato sencillamente está estreñido. - Concluyó.
- ¿Estreñido? - Preguntó.
- Sí. Vamos, que tiene un tapón en el culo. - Respondió con obviedad. - Dele comida con más fibra y no le estrese. - Concluyó.
- Ah... Bueno, pues gracias médico. - Dije.
- ¡Un momento! Son setenta euros. - Exclamó.
- ¿Me va a cobrar setenta euros por oír las tripas de un gato y decir que no puede cagar como yo? - Pregunté indignado.
- Setenta euros o no se'n va d'aquí com jo em dic Mariano![4]- Recalcó.
- Está bien... ¿Acepta dinero en metálico? - Pregunté.
- Sí, metálico, cheque o transferencia. El que siga. - Respondió.
Saqué la gema cristalina y partí un pequeño fragmento con los dedos.
- Aquí tiene. - Dije mientras ponía el cachito de gema en su mano.
- ¿M'estàs prenent el pèl?[5] - Preguntó el veterinario, ahora cabreado.
- Lo siento, es verdad. Esto no es metálico, es cristalino. - Respondí con mucha seriedad.
- Setanta euros o no surts d'aquí! És que truco fins a la policia![6] - Exclamó furioso el veterinario.
- Píllame si puedes. - Reté. Agarré el gato con el brazo derecho y con mi mano izquierda saqué de mis bolsillos una de mis perlas de teletransportación.
- ¡A mi casa! - Exclamé, y lancé la perla al suelo. Desaparecí con el gato en una nube de humo. Conforme el veterinario se abalanzaba hacia mí sin éxito.
Esta vez tuve un buen aterrizaje, cayendo sobre mis pies y amortiguando la caída con una simple sentadilla, pero aparecí en una cantera yerma y desconocida en medio de la nada a 30 kilómetros de donde yo vivía. Más tarde me enteré de que no había programado la ubicación de mi casa en la app de aiMarble, y que estaba en un lugar de una etiqueta de ubicación de Facebook llamado "Mi Casa", que en realidad no era ninguna ubicación real ni tenía nada de especial.
Ese día llegué muy tarde a mi casa, y muy exhausto, casi cayéndome hacia adelante mientras sujetaba al gato con mi brazo derecho.
Tras entrar a mi casa, dejar el gato en el suelo y lanzarme hacia la cocina a beber agua del grifo, sonó el timbre. Me dirigí a la puerta y miré por la mirilla. Allí estaban los capullos del Setas y la Flequillos. Sujeté al gato con un brazo y abrí la puerta. Tras abrir la puerta, ambos se me quedaron mirando, observando mi traje lleno de astillas, cortes y tierra, y mi mal aspecto desdeñoso en general
- Qué te ha pas- Intentó preguntarme la Flequillos, pero la interrumpí.
- Toma, ahí tienes, dale fibra que no puede cagar. - Dije, entregando rápidamente el gato a la Flequillos y luego cerrando la puerta en sus narices.
Me dirigí cojeando a mi escritorio para ver mis correos antes de dirigirme a la ducha. Al parecer me había llegado un nuevo correo de la Universidad... Me habían despedido. Al parecer me habían hecho un ERTE porque la universidad carecía de fondos suficientes y veían la clasificación de pociones como una rama de estudio inútil.
Maldecí y maldecí esa y todas las demás instituciones...
Frases traducidas[editar]
- ↑ ¡Calla! ¡Calla! ¡Perro sarnoso! Por mucho que me ladres, no te devolveré los huevos.
- ↑ Me cago en los animales, que harto estoy de ellos. ¡Que harto!
- ↑ Buenos días... ¿¡Pero qué cojones ha pasado aquí!?
- ↑ ¡Setenta euros o no se va de aquí como yo me llamo Mariano!
- ↑ ¿Me estás tomando el pelo?
- ↑ ¡Setenta euros o no sales de aquí! ¡Es que llamo hasta a la policía!
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Artículo original de Imontegav Para proponer cualquier cambio o adición, consulte a los autores. |
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