La alta torre negra lo miraba amenazante,
en medio del desierto se alzaba:
muros negros, obsidiana cortante,
enormes ruinas la rodeaban
y en sus formas la locura se asomaba.
El héroe poco a poco avanzaba,
en su búsqueda confiada.
Lejos quedaban las montañas,
lejos quedaban las llanuras,
y aún más lejos el mar,
donde grandes barcos habían flotado
por él comandados.
Su bravura desencadenada,
y con furia mandaba
a sus ejércitos envalentonados.
Oleadas en ataque dispuestas
mas nunca a la batalla llegaron.
El muro de sonido avanzó
y sólo vio terror.
La costa destruida, miles de barcos
destrozados contra los acantilados.
Los castillos demolidos y sus cimientos quemados.
Su ejército a sus espaldas murió,
sólo quedó él.
La destrucción fue indeleble,
su memoria perduró.
Pero no se recuerda el propósito,
no se recuerda el nombre
del héroe que dimitió.
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