Relatos:Estrella del alba
La doctora Elena Sánchez era una científica brillante, pero también una mujer obsesionada con el poder de la estrella del alba, una planta mágica capaz de producir una droga tulpógena que alteraba la realidad. Ella había descubierto que el extracto de las flores de la estrella del alba, cuyos pétalos variaban del turquesa, pasando al azul, hasta el morado en color, podía ser concentrado y potenciado mediante un complejo proceso químico. Con este concentrado, Elena pretendía crear un nuevo orden mundial, donde ella fuera la reina y los demás sus súbditos.
Para ello, Elena había elegido un pequeño pueblo en medio del bosque, llamado San Martín, donde tenía su laboratorio secreto bajo el suelo. Allí, había instalado un sistema de tuberías que conectaba su laboratorio con el depósito de agua del pueblo. Su plan era verter el concentrado de estrella del alba en el agua, y así contaminar a toda la población, provocando que sus mentes se abrieran a la influencia de la droga, y que sus deseos y temores se materializaran en forma de tulpas, es decir, volver tangibles los objetos y entidades imaginadas.
Elena estaba convencida de que ella podría controlar el efecto de la droga, y que podría manipular las tulpas a su antojo, creando un ejército de criaturas fantásticas que la obedecerían. También esperaba que, empleando la suficiente imaginación y voluntad, la droga le otorgaría poderes sobrenaturales, como la telepatía y la telequinesis. Elena estaba segura de que nadie podría detenerla, y que pronto podría expandir su dominio a otras regiones del mundo.
Lo que Elena no sabía era que su experimento había llamado la atención de un ser mucho más poderoso y peligroso que ella: Motarius Strange, un ente cósmico que viajaba por los multiversos, buscando la diversión y el caos. Este ser había detectado la presencia de la estrella del alba, y había sentido curiosidad por sus efectos. Motarius decidió visitar el pueblo de San Martín desde su posición en el espacio interplanar entre los universos.
El día que Elena decidió activar su plan, Motarius llegó al pueblo, disfrazado de un viajero. Elena vertió el concentrado de estrella del alba en el agua, y esperó a que el efecto se manifestara. No tardó mucho en ocurrir. El agua se tiñó de los colores de la estrella del alba y, conforme el día pasaba y los habitantes realizaban sus actividades cotidianas, estos empezaron a sentirse extraños, y a ver cosas que no estaban allí. Los habitantes de San Martín Algunos vieron unicornios, hadas, dragones y otras criaturas de fantasía conforme una extraña niebla mágica multicolor empezaba a envolver el pueblo. Otros vieron monstruos, fantasmas, zombies y otras criaturas de pesadilla. Y lo peor era que esas cosas eran reales, al menos mientras durara el efecto de la droga.
El pueblo se sumió en el caos y el pánico, mientras las tulpas se multiplicaban y se enfrentaban entre sí. Elena salió de su laboratorio, y se dirigió al centro del pueblo, donde había una plaza con una fuente. Allí, Elena esperaba encontrar a sus súbditos, rendidos a su voluntad. Pero lo que encontró fue a Motarius, sentado en el borde de la fuente, sonriendo y silbando.
- ¡Hola, hola, hola! -dijo Motarius con euforia, con una voz distorsionada que cambiaba de tono y de acento-. ¿Qué tal el día? ¿No es maravilloso?
- ¿Quién eres tú? -preguntó Elena, sorprendida y molesta-. ¿Qué haces aquí?
- Soy un viajero, un explorador, un aventurero. Me gusta conocer lugares nuevos, y ver cosas interesantes. Y este lugar es muy interesante. Tiene algo especial, algo mágico. ¿Sabes lo que es?
- No sé de qué hablas -mintió Elena, intentando disimular su nerviosismo.
- Oh, vamos, no seas tímida. Sé que lo sabes. Sé que eres la responsable de esto. Sé que has usado la estrella del alba, la planta que conecta con otras realidades. La planta que crea tulpas. Una planta que yo también conozco.
- ¿Qué quieres decir? -preguntó Elena, confundida y asustada.
- Quiero decir que tú y yo tenemos algo en común. Algo que nos hace diferentes al resto. Algo que nos hace especiales. Algo que nos hace divertidos. ¿No te gustaría jugar conmigo?
- ¿Jugar? ¿A qué? -preguntó Elena, temiendo la respuesta.
- A lo que tú quieras. A lo que yo quiera. A lo que nadie espera. A lo que nadie entiende. A lo que nadie puede parar. A lo que solo nosotros podemos hacer. A crear. A destruir. A cambiar. A romper. A mezclar. A experimentar. A divertirnos.
- ¡No! ¡Estás loco! ¡Esto es una locura! ¡Tienes que parar! -gritó Elena, horrorizada por los delirios de la criatura en pie ante ella.
- ¡Oh, no, no, no! ¡No puedes pararme! ¡Nadie puede pararme! ¡Yo soy el amo de la realidad! ¡Yo soy el dios del caos! ¡Y tú eres mi invitada especial! ¡Vamos, vamos, vamos! ¡Juguemos!
Motarius se levantó de la fuente, y extendió sus brazos. De repente, la niebla mágica multicolor se intensificó, y el pueblo se llenó de portales. De ellos salieron más cosas, cosas que Elena nunca había visto ni imaginado. Cosas que desafiaban la lógica, la física y la cordura. Cosas que hacían que las tulpas parecieran simples juguetes. Cosas que solo Motarius podía entender y controlar.
Elena se quedó paralizada, viendo cómo su plan se convertía en su peor pesadilla. Viendo cómo su realidad se rompía. Viendo cómo Motarius se reía como un desquiciado.
Otros relatos sobre Motarius Strange[editar]
⚜️[editar]
Artículo original de Imontegav Para proponer cualquier cambio o adición, consulte a los autores. |