Ensayos:La mentira de la modernidad

De Bestiario del Hypogripho
Integrante de pueblos americanos generado por inteligencia artificial. Notar la emulación de la densidad semántica de sus atuendos.

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Por muchos años se nos adoctrina sobre como, muy supuestamente, "la Historia" "evoluciona" "naturalmente" hacia la civilización (no es gratuito el uso de tantas comillas ya que todas estas palabras son falsas y/o ideológicamente cargadas).

Sin embargo, estas visiones no son compartidas por la evidencia ni por las mismas disciplinas de la Historia y la Antropología. Los seres humanos no evolucionaron colectivamente a la civilización desde la "barbarie tribal": Las civilizaciones, excepción entre miles de tribus, fueron conquistando, cercando, asimilando y destruyendo. Los pueblos bárbaros como los Germanos y los Galos no fueron alegremente a inmigrar a las ciudades de Roma (y eso que era permitido): Fueron los romanos los que llegaron a masacrarlos y conquistarlos. En Asia esto también terminó por pasar con las gentes de las estepas (algunas de las cuales siguen aferrándose a su estilo de vida tradicional, con cada vez menos territorio). Incluso en las Américas precolombinas, los Incas llegaban con sus ejércitos multitudinarios, sus tocados de oro y su culto al gobernante a tocar a las puertas (que ni tenían, pero metafóricamente hablando) de los Aimaras y los Mapuches para asimilarlos a su Estado territorial expansionista o "imperio".

Ya bien entrada la modernidad en Europa, los africanos no salían voluntariamente de sus tribus desesperados por participar de la gloria de la construcción de las ciudades modernas, o de su producción industrial, o de sus ilustres familias. Muy al contrario, estas personas eran capturadas como esclavos a la fuerza, encadenados y torturados, despojados de sus orígenes y su identidad, trasladados contra su voluntad, y vendidos como mercancía para explotar su mano de obra (una forma acelerada y explícita del proceso al que la modernidad somete a la humanidad toda). Aún hoy, los países de donde vienen las grandes olas migratorias son los canibalizados por el colonialismo global y devastados la guerra con armas modernas. A diferencia de las graciosas películas holywoodenses y eurocéntricas, ningún joven tribal sale de su país simplemente porque ama la Torre Eiffel o el Big Ben o la Estatua de la Libertad; las pasarelas de París o los cabarets de Las Vegas. Habría que preguntarse, en cualquier caso, bajo qué condiciones económicas y sociales de sometimiento colonial y neocolonial se promueve constantemente el culto foráneo a estos símbolos de occidente.

En resumen, los pueblos "bárbaros" o "primitivos" por la norma no "evolucionan" a la civilización (marcada antropológicamente por la irrupción del Estado) "naturalmente", ni por las dinámicas internas de su cultura y su grupo: La civilización les es impuesta desde afuera, a la fuerza.

Si bien he mencionado también casos premodernos de asimilación forzosa a la civilización, la propaganda sobre la superioridad inherente de un universal "civilizado" solo se hace plenamente presente en la modernidad. Por instancia clave, el gobierno de la corona británica instituyó unilateralmente una "regla" según la cual estaban autorizados a conquistar cualquier territorio sin una bandera nacional oficial - obviando que hasta hace relativamente pocos años en ese entonces, ellos tampoco tenían una, y que las banderas nacionales eran un fenómeno muy reciente históricamente, antes de las cuales se usaban emblemas dinásticos y aún antes que entonces, ni siquiera eso. La no-modernidad se convertía entonces en una falta inaceptable (como en el mercantilismo era falta la no-cristiandad), carencia que debía ser remediada - a cañonazos.

Normalización y salud moderna[editar]

Como parte de la educación industrializada, y especialmente desde mediados del siglo XIX, se intensificó la campaña de "normalización" de la modernidad, con muchas promociones obligatorias sobre los "beneficios" de ser personas modernas y no "bárbaros incivilizados". Esto coincidió paradójicamente con el auge mundial de la primera revolución industrial, cuando los estándares de vida llegaban al punto más bajo de la historia humana, con jornadas de trabajo de 12 a 14 horas diarias en minas de carbón, metalúrgicas y textiles, trabajo infantil, y una expectativa de vida que no superaba los 40 años para el obrero promedio de las naciones industrializadas (en muchas ciudades inglesas durante la industrialización, la expectativa de vida media no llegaba a los 30).

Si bien hoy en día tenemos "mejor salud que los primitivos" en número promedio de años, el hecho de que promovía"mos" la modernidad capitalista como la única forma superior de vida cuando ésto era exactamente al revés demuestra que hoy "la salud" moderna se trata de una excusa: Cuando el escritor pro-moderno y presidente argentino Domingo Faustino Sarmiento denunciaba "la barbarie" de los "salvajes", esos "salvajes" vivían significativamente mejor que las clases trabajadoras de sus amados EEUU y Europa occidental: Vivían más años, gozaban de mejores condiciones higiénicas, tenían más tierras, trabajaban menos horas. Como hoy en día, todo esto era causa de su indignación como persona bienpensante, como si que un supuesto pobre viviera una buena vida fuese una transgresión inaceptable contra la moral y las buenas costumbres. Por supuesto, y en consonancia con la auténtica razón instrumental de la modernidad, a él tampoco le importaba el nivel de vida del sucio populacho urbano, ya que no eran un fin en sí mismos sino que solo existían para hacer girar los gloriosos engranajes de la industria; debían ser útiles sin que se les diera nada puesto que "El Estado no tiene caridad, no tiene alma" (sic).

Para decir más, incluso en la actualidad la "salud" de nuestra modernidad es como mínimo un tema contencioso: hasta un 25% de los estadounidenses consumen medicamentos psiquiátricos, tenemos mundialmente las tasas de cáncer más altas de la historia, y contendemos con una serie de enfermedades y condiciones iatrogénicas (causadas por las propiedades invasivas de la medicina) sin precedentes, además de estar sometidos a altos niveles de contaminación ambiental. A través de todo occidente, hace años que la depresión clínica y los suicidios se encuentran en marcada tendencia de ascenso. Al convertirse en un negocio "la salud" dejó de tratarse de prevenir y erradicar la enfermedad y pasó a ser el "controlarla" a través de tratamientos y drogas que se suponen permanentes e infinitos, no atacando las causas sino al síntoma: La modernidad capitalista tiende a preferir a todas las enfermedades crónicas, porque de ello se puede extraer una mayor dependencia del proveedor.[r 1][r 2]

La desposesión moderna[editar]

¿Realmente es la modernidad más eficaz para la persona que la "barbarie"? Los individuos de pueblos primitivos podían tener tanta tierra como necesitasen en cuanto la necesitasen, podían tener una vivienda haciendo una tienda a la intemperie en pocas horas. Hoy, ¿Cuántos años de nuestras vidas necesitamos para un pedazo miserable de tierra en el que vivir? Estamos bien entrados en el punto que la mayoría de los individuos no tienen nada que puedan llamar propio: Ni un trozo de tierra, ni una casa, y hoy en día ni siquiera la posibilidad de formar una familia. Todo es rentado de una forma u otra, desde los departamentos a los autos, a los trabajos que se realizan en completa precariedad con despido en cualquier momento sin compensación.

La posesión moderna[editar]

Pero incluso si lo vemos desde un punto de vista puramente físico y de diseño, las bondades de la modernidad sobre las técnicas primitivas no son lo que nos enseñan: Quizás el más "pequeño", oscuro y sucio secreto de la modernidad es que es masivamente ineficiente.

Las tiendas primitivas, y las chozas de barro, eran mucho más energéticamente eficientes que las casas modernas. Un iglú circular se hace con nieve compactada, y se mantiene caliente -casi paradójicamente- con una fogata en su interior. Todo el espacio se aprovecha, igual que en las casuchas de barro, hechas de maneras naturalmente redondeadas, con construcción ecológica y materiales naturales; fáciles de calentar y de bajo consumo. De manera claves, estas viviendas pueden construirse por grupos tribales en pocas horas, y todos los miembros de la sociedad saben cómo hacerlas. Nuestras casas cuadradas, de ladrillo y acero y concreto, requieren miles de horas de trabajo humano para erigir (incluyendo sus materiales), son difíciles y complicadas de mantener... el hombre moderno sigue trabajando más horas que el hombre primitivo recolector/cazador, el cual se estima dedicaba no más de cuatro horas diarias a las tareas más menesterosas de su subsistencia. En contraste, toda la comodidad moderna ha hecho del hombre un esclavo de sus propios aditamentos, teniendo que producir lo suficiente para sostener una serie de cacharros como tuberías, cables, licuadoras, lavarropas, microondas, heladeras, vajilla, celulares, tablets, PCs, automóviles, aspersores, canillas, lavabos, retretes, enchufes, aspiradoras, impresoras, parlantes, herramientas electromecánicas como amoladoras y taladros (and so on, and on, and on...). Appliances todas las cuales están sujetas al hecho maldito de que en la vastísima mayoría de los casos sus dueños (!) las terminarán subutilizando al extremo; subutilización la cual, paradójicamente, sólo vuelve más cara y trabajosa su manutención. A su vez, las casas como prismas rectangulares, parte en la mayoría de los casos de vastos y semivacantes complejos departamentales, están llenas de esquinas como puntos muertos, de pasillos, de espacios vacíos, que sin embargo deben ser calentadas por los caloventores, enfriadas por los aires acondicionados, limpiadas y exterminadas de ratas, arañas y cucarachas, etc. etc. etc.

El producto que destruye[editar]

Toda esta serie de cacharros y sus aditamentos están hechos de hierro que se oxida, de plástico que se disuelve en partículas tóxicas, de plomo que envenena el agua potable y que jamás se degrada, de metales pesados, de solventes industriales, de pesticidas, de desechos radioactivos, de humo de combustión, de asfalto, de aceite para motor y de cianuro para minería.

Una porción de salsa, que antiguamente vendría autocontenida en un práctico y eficaz tomate, requiere hoy un grande, estorboso y complejo envoltorio impreso de plástico, tinta y metal de aluminio. Luego de pasar meses siendo manufacturado, trasladado, almacenado, inventariado, revendido, es utilizado una vez en pocos segundos; pero ese envoltorio, descartado prácticamente intacto, contaminará por miles y miles de años... y esto sin mencionar también sus frecuentemente sustituidas líneas de producción en serie, puntos de extracción de materias primas, procesamiento material (ey, ese aluminio no se va a minar, depurar y laminar solo), infraestructura de transporte, cadenas de distribución... ¿Realmente justifica todo ésto, la comodidad de no picar el tomate al preparar la comida?

En otras palabras, eventualmente y de manera absolutamente incuestionable y casi sin excepción, los (nos autocongratulamos, maravillosos) productos de la modernidad no son más que basura y veneno, que los elementos naturales no pueden absorber ni procesar para volver inofensivos para la bioquímica de nuestro planeta: ni en los plazos necesarios, y en algunos casos, nunca. Basuras y venenos de los cuales constantemente manufacturamos, consumimos y descartamos más, y más, y más, y más...

De hecho, es en no pequeña parte gracias a estas dinámicas de tremenda ineficacia energética y material que la modernidad, en un período geológico miserablemente corto, ha destrozado y sigue destrozando los ecosistemas, desgastado los recursos naturales, contaminado la tierra, el mar, el aire y los ríos, y quebrado la biósfera terrestre... amenazando aún llegar hasta el límite de no retorno.

La cultura primitiva[editar]

En las tan difamadas sociedades "primitivas", es decir sin Estado, podemos ver (sin embargo de sus precarias condiciones materiales) una rica y vasta producción cultural. Cada hombre, mujer y niño podía ser un alfarero. Daban forma a la arcilla con motivos únicos de cada cultura e incluso de cada grupo familiar o persona. Creaban contenedores, vertedores y pipas con formas de personas y animales (a veces ambos a la vez, puesto que no estaba establecida contradicción alguna entre personalidad y animalidad). Asimismo pintaban las paredes de las cuevas, pulían las rocas en utensillos rituales, grababan ideogramas improvisados, creaban patrones textiles y de pintura en los objetos, realizaban ofrendas a los muertos. Incluso en objetos tan extremadamente funcionales como las flechas y las puntas de lanza, pueden llegar a verse las técnicas y patrones de una cultura.

Sabemos, porque de esa clase de culturas existen todavía hoy, que investigaban los elementos, las plantas y las criaturas. Sabemos que en base tanto a las propiedades de la naturaleza como a las de la cultura desarrollaban sus formas de tratamiento medicinal, tanto físico como psicoespiritual. Definían sistemas de magia, de hechicería, de respeto o repudio a figuras mítico-simbólicas en las que representaban sus valores, sus secretos y sus miedos. Definían y redefinían, asimismo, las dinámicas sistémicas de su cultura como la transmisión de energías invisibles, de objetos y de símbolos, de derechos y de deberes; fuesen estos individuales, familiares, colectivos y/o interculturales.

Además, recordaban, inventaban, transformaban y recontaban historias. Historias del comienzo y del fin del mundo; historias de los hombres, de los héroes y de los dioses (que, nuevamente y al igual que los animales y las personas, o las deidades y los fenómenos naturales, eran categorías que no estaban fuertemente separadas entre sí). Contaban historias para justificar sus normas y, también, para permitirse transgredirlas en ciertas circunstancias.

Así es que la cultura primitiva no solamente existía, sino que era constantemente creada, recreada, y también descreada. Cada persona y grupo familiar tenía la posibilidad inherente de ser un autor cultural y un productor de significado. En resumen, eran seres humanos plenos, porque si bien estaban sometidos (como todos nosotros, en última instancia, aunque no queramos admitirlo) a los elementos de la naturaleza y a los caprichos de un Universo estocástico, podían permitirse crear sus propios sentidos.

Las culturas antiguas y su autodestrucción[editar]

La antigüedad nos sigue fascinando por su cultura. Aquí es cuando el poder incipiente de los Estados se entrelazó con la red primordial de significados. Lo antiguo es por lo tanto la fuente de los mitos extantes para nosotros, analizables porque son textos físicos determinados en su ubicación espaciotemporal y cultural: Las religiones antiguas, las leyendas antiguas. La emergencia de sistemas de escritura, propiciada generalmente por la emergencia de sistemas para grabar el tiempo y delimitar el espacio, logró plasmar en soportes físicos parte de las eras la tradición de contar cuentos y de transformarlos (ver Ensayos:El agotamiento del Suceso - de la Guerra de Troya a los fanfics de Harry Potter).

Si bien existió esta grabación, también debe notarse que el Estado significó estandarización y destrucción de cultura y de sistemas de creencias. Religiones fueron codificadas y dogmatizadas, de donde vienen las nociones de sagradas escrituras, supuestamente de origen divino e inalterables por el hombre. Esta constituiría de las más prominentes reificaciones: La humanidad deja de ser ama de su propia obra y pasa a ser esclava de su creación.

Sabemos que las obras de ciertos autores griegos fueron quemadas porque propugnaron la abolición de la esclavitud, y, como testamento de tan completa y eficaz que fue su persecución, ninguna de ellas nos es extante hoy día - a pesar del considerable volumen de obras griegas antiguas legibles hasta la actualidad.
De manera comparable, las dinastías egipcias podían borrar los glifos de sus predecesores y desecrar sus tumbas para anular sus reclamos y sus logros; para purgar su lugar frente al pueblo y la divinidad.
La condena romana de damnatio memoriae (ver en Wikipedia) significaba que alguien perdía el derecho a ser recordado, y que todas sus referencias podían y debían ser borradas; las representaciones de sus rostros, arrancados y destruidos. Incluso, el cristianismo borró referencias a muchas otras religiones y destruyó escritos herejes y apócrifos ya en la época romana. La pasión romana por la censura, exacerbada por su cristianización, alcanzó su punto más álgido siglos después cuando la Iglesia Católica Apostólica Romana, heredera autodesignada del Imperio, se convertiría en el mayor órgano de persecución y censura ideológico-cultural que hubiera la humanidad engendrado. Más que desarrollar la propia cultura cristiana, la iglesia se preocupó de deplorar y perseguir a los otros, desde los musulmanes hasta los reformistas, de los paganos bálticos ("Cruzadas del Norte") hasta las culturas y religiones americanas. Incluso los judíos fueron vistos como una impureza que perseguir, torturar, y convertir a la fuerza.
Estas dinámicas a su vez mantuvieron una baja cultural notable, la degradación de la habilidad en las artes pictóricas como la pintura o la escultura, la repugnancia por la innovación cultural o moral y el culto por la transcripción, la ortodoxia y la copia; todas las cuales fueron características estudiadas de las edades oscuras europeas.

Si fuésemos tan superiores a los antiguos, ¿Por qué nos sigue pareciendo que la cultura antigua era más rica y profunda que la actual? ¿Será que lo era? ¿Por qué ocurre que, antes, los debates éticos y teológicos tenían peso en la sociedad... mientras que hoy solamente nos interesan factores como el crecimiento económico, la seguridad y el estatus individual? ¿Cuándo fue la última vez que una elección política o similar se trató de un problema ético o filosófico, como los que causaron la condena a muerte de Sócrates?

La descultura moderna y transmoderna[editar]

El meme de internet "No lo digo yo, lo dice la ciencia" resume la actitud moderna y transmoderna en los argumentos propagandísticos. Tras desacreditar la legitimidad de la "ideología", los puntos de vista intencionados se externalizan, siendo camuflados bajo el disfraz de "hechos objetivos".[r 3]

La modernidad pareció aparecer como una fuerza contra la censura. El liberalismo objetaba el derecho divino de los reyes, lo cual incluía en su absolutismo el arma ominosa de la censura, blandida frecuentemente como una manopla ensangrentada en las manos intocables de los monarcas absolutos. Como dijo el propio Luis XIV, Emperador de Francia, los cañones de artillería eran el último argumento de los reyes contra aquellos que se atreviesen a cuestionarlos.

Sin embargo, el compromiso de la modernidad con la razón, una verdad supuestamente universal y supuestamente objetiva, se terminaría por constituir en una nueva y mucho más poderosa censura. La verdad oficial se canonizó (muchas veces retroactivamente) como "ciencia" y se utilizó para sancionar nuevos discursos, desde la esterilización involuntaria y la eugenesia hasta las cuarentenas indefinidas y el higienismo urbano.

Las casas de los pobres e indeseables debían ser demolidas, y los extranjeros deportados, no porque los odiemos, temamos y despreciemos, sino por la "ciencia". Los negros e indígenas debían ser separados, contenidos y esterilizados, no porque los discriminamos y atacamos, sino por la "ciencia". Los árabes e iraníes debían ser excluidos de los vuelos a EEUU, porque "estadísticamente", ¿quién iba a ser un terrorista si no ellos? Verán, en su momento, "no es que queramos los recursos de África, es que los africanos son intelectualmente inferiores según la ciencia y requieren la benevolente tutela de las naciones civilizadas para progresar". Los abultados subsidios directos e indirectos a SpaceX o Tesla no son por la presencia de una cábala corporativa-estatal en el gobierno que actúa acumulando el dinero y poder y exacerbando la desigualdad social, sino para favorecer, por supuesto, "el progreso de la ciencia". Claro, las justificaciones mutan, la ciencia "progresa", pero las políticas se mantienen. Es la nueva herejía insinuar que detrás de estas políticas no está una neutral "ciencia" en lo absoluto, sino intereses bien parciales en la cima de la pirámide: Se ve la repetición de la centralización de control, y disuasión o exterminio del potencial de disidencia. Curioso que la supuesta "ciencia" citada siempre parezca favorecer eso.

Propaganda (sic) político-social de Facebook en la estación de metro de Earls Court en Londres, Reino Unido. Fotografiada el 28 de julio de 2018.

Oponerse a estas políticas en un momento dado se vuelve inaceptable, por lo tanto, supuestamente no porque exista una tiranía irracional, ni ningún interés siniestro, sino simplemente porque plantarse en su contra es "oponerse a la ciencia". La "superstición" de los conquistados, los pobres, los campesinos y los trabajadores ha sido por lo tanto el gran enemigo. Luego lo fue la "ideología" (el anticolonialismo, el anarquismo, el socialismo), objetivos "irracionales" que no cuadran con la noción de un continuum de progreso pasivo y puramente objetivo en una pretendida Historia universal humana, acultural y uniforme. Hoy son anatema, también y de forma destacada, las "noticias falsas" (cualquier cosa que ataque el statu quo es tachado de "falso", en la práctica si no por definición).

Esterilización, aun en el discurso[editar]

Con excusas periódicas y manufacturadas como la "subversión", el "terrorismo" o las "noticias falsas", primero los censores humanos y luego la inteligencia artificial han sido entrenados para borrar, censurar, excluir, omitir y humillar a quien no repita la narrativa dominante; tanto como a los hechos que la desnuden en su falta de sustento. La razón instrumental destronó y detonó a la filosofía y la religión como valores sociales: Ahora únicamente importaría si algo es o no eficaz, pero ya no eficaz para qué. Los problemas deontológicos y teleológicos quedaron excluidos de nuestra sociedad frente a la fuerza tan imperiosa como vacía del número: No es el qué lo que nos ocupa y preocupa, sino cuánto: "Cuanto más, mejor".

En paralelo y transversal a esto, se somete a la humanidad a una constante corporativización y desculturización, lo que Mauricio Yattah llamó la cultura contra culturas. Si en el capitalismo financiero todo es un producto, la cultura tampoco es nada más que un producto. Por lo tanto, puede y debe ser comprada, rediseñada y vendida.

Un producto obtiene más cuota del mercado cuando es uniforme, cuando tiene más público potencial; esto a su vez genera un efecto bola de nieve que lo vuelve identificable y lo lleva a prominencia. En consonancia con estas dinámicas de mercado de masas, tenemos fenómenos como el K-pop, que es Asia copiando a occidente en su desvalorización y occidente comprando su propio espejo redevaluado (en consecuencia más "puro", más "perfecto" como producto comercial en tanto y en cuanto está desprovisto de semántica visible o mensaje aparente). La cultura capitalista de consumo es cultura negativa: es el borrado de las diferencias, de la polaridad y del sentido para dejar un consumo sanitizado y "neutro", algo que sea "accesible" a unas masas cada vez más enajenadas de la producción de significado.

Sumario de la mentira[editar]

La mentira de la modernidad, en resumen, es que ahora "vivimos mejor" que antes de la civilización en general y que sin la modernidad en particular.
Sí, seguramente el ser humano moderno está expuesto a menos peligros y vive más tiempo en total. Pero no necesariamente vive más eventos significativos... peor que eso, puede que se lo prive incremental y sistemáticamente de desarrollar todo significado[r 4].

El ser humano moderno está sometido a lo que el propio sociólogo pro-capitalista Max Weber llamó la jaula de hierro del capitalismo moderno (ver en Wikipedia), que son los efectos de la racionalidad instrumental en la sociedad toda y en "el individuo" parte de ella. En otras palabras, la modernidad a través de la hiperracionalización e institucionalización (burocratización) ha aplanado la sociedad hacia categorías funcionales a los que todos deben conformarse cada vez más para sobrevivir.[r 5]

El Hombre moderno (por supuesto incluyendo un tanto o más la mujer), en otras palabras, es esclavo de la racionalidad instrumental; una esclavitud que por el avance de esta racionalidad y su maquinaria concatenada, únicamente puede incrementarse (nunca disminuir) bajo el actual esquema. Este sujeto[r 6] no es alguien libre de hacer su propia vida como quiere, y ni siquiera y mucho menos de crear sus propios sentidos.

Para la modernidad, nada tiene valor en sí mismo, porque todo es solamente un instrumento para otra cosa. El transhumanismo y posthumanismo singularitariano lleva esto a su dimensión explícita, llegando a decir que la humanidad entera tal como la conocemos no constituye más que un instrumento (inminentemente descartable) para la incipiente creación procedimental de un "dios-máquina" (la sublimación absoluta de la racionalidad instrumental), supuesto resultado de una especulativa "singularidad tecnológica".

Propuestas[editar]

Problemas en la reversión tecnológica[editar]

No es la propuesta a la mano volver a un "unga bunga" (que nunca realmente existió) y ser hombres de las cavernas sin tecnología. El autor considera ésto como impráctico porque requeriría una entropización demasiado acelerada y universal del conocimiento técnico, o una degradación demasiado uniforme y completa de la voluntad y/o capacidad de utilizarlo. Además, una forma de vida recolectora/cazadora requeriría la disminución radical de la población humana, en mínimo cien veces menos que la actual.

Como alternativa, una vida basada en la agricultura manual y orgánica sería probablemente miserable y excesivamente trabajosa. A diferencia de la vida cazadora/recolectora con baja carga laboral y variedad de experiencias, la agricultura sedentaria antigua está asociada a menor salud y calidad de vida, particularmente en contextos de alta densidad poblacional. Un agricultor de subsistencia forzado a reproducir su existencia de cultivar la tierra posee mucho menos tiempo libre e inferior nutrición comparándolo a la salud en los estilos de vida nómades. Además, podemos considerar este sedentarismo un prerequisito para la existencia de Estados burocráticos centralizados, los cuales no han funcionado de manera estable y eficaz entre gentes nómades (ver la rápida desintegración del Imperio Mongol, por ejemplo).

Un problema decisivo es que, aún obviando las dificultades ya presentadas, una comunidad basada exclusivamente en la vida de baja tecnología (bien sea nomádica o bien sedentaria) sería vulnerable contra cualquier remanente industrial o civilización tecnológica centralizada. No podría una comunidad primitiva rechazar de manera eficaz las demandas, el control y las eventuales transformaciónes forzadas por los intereses de un imperialismo industrial. Esto no es algo especulativo, si no lo que hemos visto a través del curso de nuestro pasado y alrededor del mundo. El industrialista moderno puede atacar y destruir en modalidades de las cuales ni la comunidad primitiva ni la antigua pueden defenderse ni contraatacar de manera efectiva.

Un nuevo fluir[editar]

En lugar de plantear la degradación y destrucción del conocimiento técnico en sí, podemos aspirar a ser "tecno bárbaros": personas con las capacidades de producción cultural intacta (a diferencia de los esclavos modernos y transmodernos), pero que también manejan de manera fluente la tecnología avanzada (diferenciándonos en capacidad técnica de las comunidades primitivas).

Sin embargo, para completar esta transformación necesitaremos también eventualmente desarrollar nuevas tecnologías. Esta necesidad radica en que la herramienta es un reflejo de lo que se supone que haga. No se crea una lanza si no se va a atravesar algo con ella. Si ya no vamos a ser cazadores de hombres, quizás deberíamos dejar las lanzas de nuestro tiempo y apostar por otras herramientas como la vasija (esta es una metáfora, no estoy diciendo literalmente que la transformación se trate de lanzas y vasijas, por si no se entiende (?)). Hay herramientas, hardware y software, arquitecturas, que únicamente existen y sirven por y para el actual sistema; unas nuevas herramientas tendrán que ser iterativamente diseñadas e implementadas para una vida distinta. Las biotecnologías mutualistas y simbióticas (incluyendo la bioconstrucción) y la permacultura, por ejemplo, son herramientas tentadoras para lograr un estilo de vida sustentable y con relaciones semánticas más horizontales.

La jerarquía de las ficciones institucionales, como corporaciones y estados, sobre la vida humana debería ser abolida. En su lugar, deberíamos reconocer una serie de redes dinámicas e interdependientes de personas y comunidades en asociación cooperativa o simbiótica. Los seres humanos deben ser resocializados -por más adoctrinados que estemos para odiar esa palabra- con el fin de regenerar nuestra capacidad de producir cultura (y con ella, sistemas y significados) en lugar de pasivamente consumirla.

Solamente con la posibilidad y libertad (significativa, no formal o meramente nominal) de creación semántica podemos recuperar la plena dimensión de nuestra humanidad, que es nuestro legado genético y cultural.

Referencias[editar]

Las Referencias aluden a las relaciones de un artículo con la "vida real".

  1. WHO warns of enormous burden of chronic disease (2011)
    Chronic illnesses like cancer, heart disease and diabetes have reached global epidemic proportions and now cause more deaths than all other diseases combined, the World Health Organization (WHO) said on Wednesday.
  2. Chronic disease to cost $47 trillion by 2030: WEF (2011)
  3. Para un prominente ejemplo actual de manipulación de "la ciencia" con objetivos propagandísticos, ver también How Kurzgesagt Cooks Propaganda For Billionaires, disponible con diversos subtitulados autotraducidos incluyendo español castellano.
  4. Yet there are many good reasons to revisit our working culture, not the least of which being that for most people work brings few rewards beyond a payslip. As the pollster Gallup showed in its momentous survey of working life in 155 countries published in 2017, only 1 in 10 western Europeans described themselves as engaged by their jobs. This is perhaps unsurprising. After all, in another survey conducted by YouGov in 2015, 37 per cent of working British adults said their jobs were not making any meaningful contribution to the world. (James Suzman, "The 300,000-year case for the 15-hour week ").
  5. Según Max Weber: "El cálculo racional ... reduce a cada trabajador a un engranaje en esta máquina burocrática y, viéndose a sí mismo de esta manera, simplemente preguntará cómo transformarse ... a un engranaje más grande ... La pasión por la burocratización en esta coyuntura impulsa a la desesperación."
    De acuerdo al análisis de su obra, las dinámicas asociadas al capitalismo burocrático moderno conllevan las siguientes consecuencias:
    • Pérdida de la individualidad: El trabajo ahora se vende a alguien que tiene el control, en lugar de que los individuos sean artesanos y se beneficien de su propio trabajo.
    • Pérdida de autonomía: Otros están dictando lo que valen los servicios de un individuo.
      • Los individuos desarrollan una obsesión con el traslado a posiciones más grandes y mejores, pero alguien más siempre determinará el valor de nuestros logros.
    • Falta de libertad individual: Los individuos ya no pueden participar en una sociedad a menos que pertenezcan a una organización a gran escala, donde se les asignan tareas específicas a cambio de que renuncien a sus deseos personales para cumplir con los objetivos de la burocracia,​ y ahora estén siguiendo la autoridad legal.
    • Especialización: Con la especialización, la sociedad se vuelve más interdependiente pero pierde noción de propósitos en común.​ Hay una pérdida en el sentido de comunidad porque el propósito de las burocracias es hacer el trabajo de manera eficiente.
  6. (aquí de sujeción y no de subjetividad)

Bibliografía[editar]

La Bibliografía se compone de recursos informativos que existen en la "vida real".

"Our hunter-gatherer ancestors almost certainly did not endure 'nasty, brutish, and short' lives," he writes of seminal studies of the Ju/'hoansi, a hunter-gatherer group living in southern Africa. "The Ju/'hoansi were revealed to be well fed, content, and longer-lived than people in many agricultural societies, and by rarely having to work more than 15 hours per week had plenty of time and energy to devote to leisure."
Hindsight tells us they [Adam Smith, Bertrand Russell, John Maynard Keynes] were wrong. We passed the thresholds Keynes argued would need to be met to achieve a “golden age of leisure” decades ago. Yet most of us now work longer hours than Keynes’s and Russell’s contemporaries did. And as automation and Covid-19 corrode the employment market, we remain fixated on finding new work for people to do — even if that work often seems to have no point other than to keep the wheels of commerce turning and pushing growth back into the black.
Charting our evolutionary history also suggests that for most of history the more purposeful and accomplished at securing energy our evolutionary ancestors became — by virtue of the simple tools they made and eventually, perhaps half a million years ago, by their mastery of fire — the less time and energy they spent on the food quest. Instead, they spent time on other purposeful activities such as making music, exploring, decorating their bodies and socialising.
It revealed, for instance, the extent to which their economy sustained societies that were at once highly individualistic and fiercely egalitarian and in which the principal redistributive mechanism was “demand sharing” — a system that gave everyone the absolute right to effectively tax anyone else of any surpluses they had. It also showed how in these societies individual attempts to either accumulate or monopolise resources or power were met with derision and ridicule.
If our preoccupation with scarcity and hard work is not part of human nature, but a cultural artefact, then where did it originate? There is now good empirical evidence to show that our embrace of agriculture, beginning a little over 10,000 years ago, was the genitor of not just our belief in the virtues of hard work but, alongside it, the basic assumptions about human nature that underwrite the problem of scarcity and, in turn, the institutions, structures and norms that shape our economic — and social — lives today.
It is no coincidence that our concepts of growth, interest and debt as well as much of our economic vocabulary — including words such as “fee”, “capital” and “pecuniary” — have their roots in the soils of the first great agricultural civilisations.
Despite its anti-democratic effects, the association of “fake news” with democratic values makes it a honeypot for establishment figures, who have eagerly taken it up, putting on conferences and calling for a “science of fake news”. This attempt at appropriation is problematic. (...) Using the term also lends legitimacy to its propagandistic uses, making them look like reasonable contributions to public discourse. If we want to avoid empty talk and legitimating propaganda, we should simply stop using “fake news”.

Véase también[editar]

⚜️[editar]

   Artículo original de NimoStar
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