Ensayos:El encubrimiento de la simplicidad

De Bestiario del Hypogripho
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Enso, círculo Zen que simboliza la naturaleza-Buda en su simplicidad.
Todo debería hacerse lo más simple posible, pero no más simple que eso.
- Albert Einstein (parafraseado)[b 1]

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Este es un escrito sobre el poder de lo simple y el poder de lo complejo. Coherente con su propósito, se tratará este tema con la simplicidad, y no con la complejidad.

Nuestro mundo civilizacional se deleita en lo complejo. No solo esto, sino que también es repelido por lo simple.

Si aprehendieramos lo que hemos olvidado; nominalmente, a ver las cosas simples tal cual son, muchos de los problemas sociales podrían ser resueltos.

Las preguntas de un niño[editar]

Constantemente, los adultos le decimos a los niños que "No están listos" para saber la verdad de cómo el mundo funciona.

Mi tesis es que nosotros no estamos listos para responder las preguntas de los niños, porque, como Sócrates en el ágora, no podríamos tener respuestas apropiadas a su pregunta.

Prohibimos a los niños el conocimiento del "mundo adulto" no para proteger a los niños de la adultez, sino para proteger las ilusiones del "mundo adulto" de los niños que las demolerían fácilmente.

Esto es porque la "adultez cultural" se basa en una complejidad que en última instancia nos resulta "inexplicable" y que a su vez es para nosotros inaccesible en su dimensión.

¿Cuántos adultos pueden decir por qué trabajan, una de las primeras preguntas de los niños? Nos decimos que los niños son ignorantes, que no saben. Sin embargo, en un arreglo tribal los propósitos y la naturaleza del "trabajo" de sus padres sería evidente para los niños. El padre cuida a las cabras, la madre a las ovejas; los días pasan yendo a los pozos u otras fuentes de agua. Se caza o se recolecta. Todo directo, todo autoevidente, revelado a los ojos. En nuestra sociedad el trabajo está enajenado o alienado. No solo el fruto del trabajo no nos pertenece para aprovechamiento, sino que la vasta mayoría de nosotros estamos excluidos de la toma de decisiones en el proceso productivo. Para ponerlo de manera más simple, el niño no ve el propósito en el trabajo de sus padres porque su trabajo no sirve ningún propósito accesible más que servir a una "máquina de hacer dinero". No existe conexión evidente ni necesaria entre la vida diaria y la mayoría de los trabajos. Seguramente, si realizamos un estudio estadístico, podremos apreciar que los niños que ven a su madre y a su padre en la verdulería o en el taller de mecánica o de carpintería serán mucho menos propensos a encontrarse perplejos frente al propósito del trabajo, que quienes sean hijos de un oficinista contable o de un auditor de impuestos, porque su naturaleza le será más "evidente" o "inmediata" en los primeros casos que en los segundos.

A medida que se "complejiza" la división de tareas en la civilización en general y el capitalismo financiera en particular, menos evidente es el lugar que ocupan la mayoría de los trabajos en el sustento de la sociedad. El rol humano está más mediatizado y terciarizado: simultáneamente que aumentan los trabajos de finanzas, de contabilidad, de ley, de diseño y de marketing, disminuyen los trabajos dedicados al sustento del día a día, a la alimentación, a la salud pública y a la producción. Ciertamente, estos no son síntomas alentadores para una vida social saludable. Por lo tanto, en paralelo al desarrollo de tales tendencias y como una necesidad para su sustento, cada vez se multiplican más los métodos para controlar las preguntas e inquietudes ingenuas e infantiles que cuestionan estas tendencias (tanto de los niños reales encajados con los smartphones, como de los niños internos de nuestros adultos, incrementalmente distraidos, entretenidos, patologizados y medicados).

El autoabandono de los adultos[editar]

Ahora bien, la cuestión es que la mayoría de los padres increpados con estas y otras preguntas responderán "entenderás cuando seas más grande". Pero, ¿entienden ellos realmente siquiera? Einstein legendariamente dijo que incluso con la física más aparentemente compleja y contraintuitiva, "si no podés explicárselo a un niño de cuatro años, no lo entendés lo suficientemente bien vos mismo". Creo que hay que tomarse en serio estas palabras, puesto que los niños tienen la mayor flexibilidad y capacidad de aprender respecto a un adulto. Si los niños no aprendieron de qué se trata el trabajo, ¿Cómo lo pueden saber los adultos en los que se convirtieron? Mi tesis aquí es que nos convencemos que se trata de algo "demasiado complicado" para entender del todo, y ni siquiera tratamos, en casi todos los casos, de intentar comprender el sistema en el que estamos imbricados (en el sentido laboral, o en cualquier otro sentido). Los adultos socializados en el sistema descartamos la búsqueda de comprensión a favor de la aceptación de las cosas tal-cual-son. Lo asumimos, pero no lo entendemos. Si dudan de esto, ¿cuántos de los lectores saben suficiente de la historia evolutiva de la humanidad o de su legado filogenético? Siendo esto fundacional a quienes son, siquiera les interesa? ¿Y cuántos de los lectores estan fuertemente embebidos en toda la historia de la mitología humana "occidental" y cómo afecta las cosmovisiones hasta hoy, incluyendo el cristianismo, el judaismo y el Islam? ¿Cuántos, más aún, se preocupan por la inmensa y heterogénea masa humana en Asia, constituyendo la mayoría de nosotros, y que sin embargo casi sin excepción nos resulta exótica y alienígena?

No estamos aquí para responder estas preguntas sino para ver cómo las hemos abandonado. La complejidad aparente de estos temas nos desalienta de participar de ella. Sin embargo, la complejidad es una salida fácil para no ver la simplicidad de las cosas.

La simplicidad de lo profundo[editar]

Sí: En realidad, la complejidad es algo fácil. Esto puede resultar contraintuitivo para lo que nos enseñamos, pero pensémoslo racionalmente. Toda la complejidad está hecha de elementos más simples. Con conectar elementos simples entre sí, formamos redes. Redes de significado, redes neurales, redes de personas; ADN, redes de células, seres vivos "complejos". Aunque la complejidad es el resultado, las reglas por las que se rige la complejidad son simples. El Conway's Game of Life es un ejemplo de manual sobre cómo unas poquísimas reglas extremadamente simples en un ámbito de lo más simplificado pueden dar origen a comportamientos latentes aparentemente arbitrariamente complejos; tanto es así que se comparan con nuestros propios "orígenes" como supuestos autómatas celulares.

Lo complejo es por lo tanto una superficie, o una serie de superficies, que cubre y encubre la simplicidad primordial detrás. Este no es un "gran descubrimiento" actual (aunque sí es un continuo des-cubrimiento), sino que proviene de los orígenes de la filosofía en Parménides en occidente y el Taoismo en oriente. El taoismo filosófico, luego adaptado también a la filosofía zen, no es nada complicado; de hecho, es deliberadamente lo más simple del mundo.

Pero precisamente en esta simplicidad estriba su dificultad. La dificultad de lo simple.

Estamos tan encubiertos por las múltiples capas de significados, de enseñanzas, de tabúes, de cultura, que nos hemos vuelto ciegos a la simplicidad. Como Platón dijo de quienes escaparan de la caverna, lo primero que notarían es cómo son cegados por la luz. Sin embargo, la idea del bien no es presentado como algo complicado, sino que es como el mismísimo Sol se presenta a nuestros ojos (brillante, perfectamente circular y sin ningún tipo de característica ulterior). Lo que es más, es esta perfecta simplicidad lo que ilumina al mundo y lo vuelve realmente visible.

La fascinación cultural con lo complejo[editar]

En contraste con quienes afirman irreflexivamente que la filosofía es mirarse el ombligo, el primer filósofo "occidental" reconocido como tal, Sócrates, fue condenado a muerte por considerarse sus enseñanzas subversivas al orden social: por corromper la juventud (haciendo preguntas) y ofender a los Dioses. En resumen, por traer la simplicidad del cuestionamiento intuitivo a contrastar con lo complejo de la norma obligatoriamente impuesta.

Toda la civilización se basa, incluso autoalegadamente, en la "complejidad". Aunque por muchos años se consideró que la civilización se basaba en la escritura, Sócrates prescindió completamente de ella, creyendo que el verbo y el diálogo eran mejores herramientas didácticas. Este retorno a lo simple está en la base de toda examinación crítica. No se hace una crítica efectiva generando complejidad sobre el mundo, sino retornando a lo obvio. El mismo Marx, hoy conocido por su "compleja" teoría, definió a la práctica civilizatoria de acumular ideologías como una forma de complejidad encubridora: toda la ideología constituiría para él un conjunto de falsedades que encubren realidades de otra manera obvias (la enajenación, la explotación, etc.), identificando al estado natural del hombre como comunismo primitivo. Incluso el posterior desarrollo de la noción de fetichismo de mercancía se presenta como una forma de "falsa consciencia" (sic) que debe ser condicionada y enseñada para que el trabajador acepte que son los objetos los que tienen valor por sí mismos, y no la acción humana que los produce según las necesidades de la sociedad. Sin embargo, el tal vez no igualmente intelectual pero posiblemente más agudo e incisivo Bakunin, luchador revolucionario y uno de los fundadores del anarquismo moderno, notó que la misma teoría económica de Marx estaba planteada de una manera tan culta en su oscurecimiento de sus tesis base tras infranqueables barreras de sofisticación cultural que daría origen a nuevas maneras religiosas y fanáticas de entender y encubrir la realidad. Cosa en la que estuvo, vale decir, completamente en lo cierto (hoy aún podemos ver las justificaciones "marxistas" del capitalismo chino, por ejemplo; o las discusiones bizantinas entre diversos e inoperantes grupúsculos marxistas).

La cultura, como forma de complejizar la realidad y de llenarla de ritos y tabúes, es entonces no un entendimiento de lo que ocurre (el cual podría ser simple e inmediato), sino la negación de las conclusiones intuitivas (Tales como: la esclavitud y la explotación están mal, la tortura es inaceptable, el encierro industrial de otros seres humanos y de animales es cruel, etc etc). Estas conclusiones se ven invertidas por lo que Mauricio Yattah llama "ideas justificadoras", las cuales permiten utilizar idioma teológico y teleológico para infundir la noción de morales superiores a la propia intuición moral (Justificaciones tales como: Son ordenes de Dios, es la ley, se hace por "necesidad social", la tradición, los mandatos paternos, y así sucesivamente).

La complejización en la academia[editar]

Aunque el posmodernismo pretendía supuestamente "deconstruir" la realidad, el estructuralismo y post-estructuralismo terminan por justificarla de una forma y otra a través de sus propuestas de "complejizar" las cosas: "Complejizar" las relaciones de poder, "complejizar" el rol del Estado, "complejizar" el colonialismo... todas estas "complejizaciones" vienen a oscurecer la desigualdad e injusticia inherentes a los actos de sometimiento y opresión, pretendiendo que la "voz del oprimido" está asimilada dentro del sistema en lugar de ser un factor externo capaz de sacudirlo. Asimismo, se anula la moral intuitiva y la noción de actos que son buenos o malos, aceptables o inaceptables, de nuevo complejizando (y tal vez de manera aún más perversa, "relativizando") estas nociones a tal punto que se vuelven "absolutamente relativas" (una paradoja en términos) y por lo tanto inútiles. La "posmodernización" se dirige a esterilizar la vitalidad de nuestras nociones populares; en las complejizaciones, termina demonizado el tratamiento directo de los males sociales a favor de "enfoques complejos" altamente intelectualizados y fuertemente mediados por la acción indirecta y burocrática de la academia y las instituciones.

Los factores académicos, hoy altamente cooptados tanto como financiados por el sistema piramidal, casi parecen vanagloriarse en no tomar la pobreza, la opresión y la exclusión como problema sociales a solucionar cuya existencia es inaceptable. En su lugar los tratan temas a problematizar examinándolos desde una perspectiva teóricamente desapasionada y "neutral", como a bacilos en el microscopio. Por supuesto, en última instancia esto es funcional al pragma puro del poder de los capitales, que no quieren erradicar la pobreza sino manejarla (al igual que la enfermedad: También un potente arma), inclusive de maneras que les sean favorables. La pobreza y la miseria no existirían bajo el nivel de desarrollo técnico actual si no ofrecieran utilidades a los capitales (según admitieron investigaciones de la propia academia en su momento[b 2]) obteniendo mano de obra barata e incluso materias biológicas primas a través de mecanismos como la institucionalización de la prostitución y el tráfico de órganos[r 2]).

Optar por la "complejización" indefinida de todos los temas es seguir complicando las operaciones en la ecuación, componiendo sus componentes en lugar de resolverlos. Cualquiera que haya estudiado matemáticas sabe que esta práctica no es conducente a obtener resultados. La simplificación de los términos es lo más propio y necesario para llegar a despejar las incógnitas que nos interesa resolver.

Una complejización descontrolada nos lleva a pensar que, entre un caleidoscopio de incógnitas irresolubles, no sabemos cuál es cual y nos parecen indistinguibles. Es lo mismo entonces Estados Unidos que Vietnam, el sospechoso desarmado cuyo único crimen es caminar de noche con una capucha que el policía que le dispara impunemente, el complejo penitenciario industrial que la protesta que lo objeta, el proyecto genocida nazi lo mismo que el ideal comunista, el anarquismo social lo mismo que el totalitarismo burocrático... siempre y cuando decidamos """complejizar""" los temas con sus "multiplicidades y heterogeneidades".

Tal vez este comportamiento sería bastante loable si nos tratásemos de mentes abstractas en un ámbito temporal infinito, dedicadas a desmenuzar cada detalle de una historia ya acabada. Pero somos actores en el mundo, no meros observadores. Los efectos de la vida real y sus necesidades inmediatas no nos permiten el lujo de vivir en una burbuja intelectualizadora que solo desgrana y desintegra los conceptos hasta que en ellos se pierde toda semántica, de estar "Molarizados" se "Atomizan" y en este ultra-individualismo conceptual el significado se coloca bajo la lupa con tanta magnificación que el Sol lo quema y lo derrite. La simplicidad no es la anulación del sentido: La "complejización" lo es.

La manipulación de las complejidades[editar]

La respuesta de cualquier académico chanta cuando se le pide que haga un juicio taxativo sobre cualquier cosa, especialmente un juicio moral, es que se trata "de algo demasiado complejo" para expedirse. Por ejemplo, les resultaría fácil argumentar que el complejo militar-industrial es "un ámbito heterogéneo" con "intereses conflictivos entre sí", glosando deliberadamente los vastos intereses convergentes entre sí y las características homogéneas autoevidentes que constituyen su ámbito operativo.

De manera clave, proyectos de ingeniería cultural como ChatGPT, Wikipedia, o las agencias de noticias también se manejan en base a estas ambigüedades que, bajo la pretensa de "neutralidad", acallan cualquier pedido de toma de postura frente a temas favorables a los grupos dominantes de lobby, enterrando las objeciones bajo etiquetas carentes de peso como "controversial". Esto permite, paradójicamente, una manipulación gratuita de los hechos y de las perspectivas: La invasión Rusa en Ucrania puede considerarse "condenada y sancionada por la comunidad internacional" y "acusada de genocidio", mientras que los actos de EEUU o la OTAN pueden ser el "controversial" bloqueo a Cuba, o la "controvertida" invasión estadounidense a Irak. Incluso estas etiquetas pueden omitirse, los hechos ocultarse bajo eufemismos ("Operación Libertad Iraquí"), o directamente invertirse la utilización de los términos (la "controversial" retirada de la OTAN de Afganistán).

Demostrando la naturaleza mercenaria de la complejidad, debemos desnudar que un tema es "complejo" o "controvertido" cuando conviene, pero el otro es "condenado" y "aberrante" de igual manera a conveniencia. No hace falta que las agencias de prensa o wikis empleen las palabras condenatorias "en boca propia": basta con que citen directa y acríticamente las "autoridades" (cuidadosamente seleccionadas) que las pronuncian. Así, nuestra sociedad oscila entre lo simple y lo complejo: Lo simple es lo equivocados que están y lo horribles que son los enemigos del poder dominante (difícilmente Corea del Norte es descrita como "Un tema complejo y heterogéneo", sino más bien las sanciones y ataques contra ella son "una urgencia de seguridad internacional" mientras resulta indudable que se trata de "una desquiciada dictadura tiránica y sanguinaria", porque el stablishment requiere impulso y apoyo para su acción proactiva), mientras que cosas similares o peores son o bien buenas o muy "complejas" (la tortura de prisioneros ilegales de guerra por parte de las autoridades militares y agentes de inteligencia de EEUU, la brutalidad policial a miembros de comunidades empobrecidas, o las vastas reservas nucleares de la OTAN estacionadas alrededor del mundo, si es necesario discutir los tópicos en lo absoluto, son "temas complejos y controvertidos" "sin una solución o salida clara" o incluso "tristes necesidades para mantener la estabilidad, la seguridad y el orden", porque el stablishment requiere parálisis respecto a ellos).

El enaltecimiento de lo ambiguo[editar]

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La estigmatización de lo directo[editar]

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La sensación como puerta[editar]

Recordemos las enseñanzas de los maestros Zen: La iluminación no es un proceso "lineal" que se da a través del "aprendizaje" de "enseñanzas", sino un hecho instantáneo, el momento de la realización de la concurrencia de los opuestos, de la naturaleza de la unidad fundamental de las contradicciones, de la realidad de lo aparentemente imposible. El Tao asimismo nos dice que "el letrado busca saber cada vez más, mientras que el sabio busca conocer cada vez menos"; después de todo el tao que puede nombrarse no es el verdadero Tao ("el camino que puede nombrarse no es el verdadero Camino"; parafraseado en "si encuentras al Buda en el camino, mátalo"). El cristianismo, por su parte, pontifica que Dios no favorece a los ilustrados y a los poderosos, sino a los ignorantes y a los débiles.

Como decía Sócrates, la creencia de que uno ya sabe algo es el mayor obstáculo para examinarlo críticamente. El primer paso filosófico es saber que no sabemos. En los diálogos socráticos, el político es el que sabe menos de gobernar bien, el general el que sabe menos sobre lo que es valor, el sofista el más alejado de la sabiduría. De ahí se contrasta la palabra divergente filósofo: El sofista es alguien que ya se cree "sabio" (sophos), poseedor de sabiduría, mientras el filósofo ama la sabiduría: la desea pero no la posee[b 3]. De manera adyacente, surge la palabra asociada con los engaños retóricos de los sofistas y su deliberada complejidad ofuscadora, "sofisticado". Estas autoridades supuestamente especialistas no tienen esperanzas de aprender hasta que se dan cuenta de que no saben, es decir, hasta que vuelven a un estado de simplicidad, habiendo desaprendido todo lo que creían que sabían del tema.

Mauricio Yattah determinó una jerarquía en las percepciones humanas. La percepción racional es muy posterior a la percepción sensorial. Sensamos desde que somos fetos en el vientre de nuestra madre, más no razonamos conscientemente hasta mucho después. Aunque la visión Yattáhica está empapada de referencias a la importancia del lenguaje (como otros lingüistas, Mauricio ve al lenguaje como una forma de estructurar la realidad y como necesario para el pensamiento intelectual complejo), Mauricio reconoce la existencia de ideas intangibles basadas en la sensación, que pueden sentirse o imaginarse pero cuya palabra puede resultar ausente para expresar[b 4] (seguramente, de estar presente, la palabra también puede ser "insuficiente"; por ejemplo, las personas varían en su percepción de color, tanto física como cultural como psicológicamente; de tal manera que intentar referir al color "azul" puede no tener el mismo corelato sensorial en otra persona. Por ejemplo, para la perspectiva anglófona, la bandera argentina es mayormente "azul", mientras que para la perspectiva hispanohablante no es tan "azul" sino más bien claramente "celeste").

Pensemos que el plan yattahísta para la Argentina era la simplificación del Sistema Institucional argentino (incluyendo de las docenas de servicios paralelos de inteligencia compitiendo entre sí), acompañada por una simplificación impositiva (unir todos los impuestos en un impuesto único), y una simplificación legal y penal (para ponerle coto a la elefantiasis jurídica). Esto vendría acompañado de una maximización relativa de la capacidad operativa del poder ejecutivo (el poder efectivo, es decir el que ejecuta: actúa) en desmedro de la importancia de los otros dos (el legislativo y el judicial, que mayormente se ocupan de complejizar y paralizar). Podríamos considerar este proyecto no solo como una simplificación sino como una intuitivización de los poderes institucionales. Esto es especialmente en su contexto de propuestas para una transformación moral y la implementación de una democracia de participación directa[b 5].

¿Cómo se logra por parte de un sistema burocrático y jerárquico, entonces, contrarrestar estos instintos, incluyendo los instintos para simplificar y efectivizar los mecanismos vitales?[b 6] Ciertas racionalizaciones nos permiten autoconvencernos de que lo que sentimos no es real. En el esquema yattáhico, estas racionalizaciones de lo que nos ocurre o nos imponen pueden pensarse como formas de acallar nuestra voz interna (la que nos dice qué sentimos o intuimos). Bajo esta dinámica, sería obligatorio sustituir las adminociones o cuestionamientos que nos brinda la voz interior con los mandatos parentales, sociales, religiosos, etc.

En lugar de sentir lo que nosotros sentimos, entonces, pasamos a "pensar" (repetir) las "complejizaciones" (justificaciones) aprendidas. Con ellas es que los poderes fácticos impuestos sobre nuestra vida pretenden controlar nuestras acciones y reacciones a las más diversas situaciones. Estos mandatos van desde las convenciones sociales aparentemente inofensivas y necesarias ("en lugar de cruzar la calle cuando vemos que no viene nadie, hay que hacerlo cuando el semáforo se pone en rojo") hasta aquellas mucho menos obvias y más ideológicas ("hay que hacer siempre caso a lo que dice la policía y los jueces, porque si no te vas a la cárcel y quedás marcado de por vida como un delincuente"; "hay que acatar las ordenes de las autoridades civiles y los decretos del poder ejecutivo", "tu identidad es el número y sexo que dice en tu documento y el nombre que tus padres te asignaron al nacer", "es nuestro deber cívico votar y pagar los impuestos", "los títulos de propiedad son un derecho sagrado de nacimiento que se ejerce con fuerza letal pública y privada", "los extranjeros por supuesto que tienen menos derechos y movilidad restringida respecto a los ciudadanos legales de un país, cada país puede determinar quién y cómo se vuelve ciudadano y negar la ciudadanía o el ingreso", y sigue y sigue...).

Debemos concluir que las racionalizaciones son posteriores a los hechos y dependen de ellos (incluso son posteriores a su percepción, y requieren o asumen su percepción previa, o no serían operativas), así como toda mentira requiere un sustrato de verdad. No existe el encubrimiento sin algo que encubrir. Bajo esta perspectiva, el reconectar con nuestra intuición ingenua (y dejar de descalificarla como necia e ignorante) nos permite des-cubrir aquello que estaba oculto mediante la racionalidad instrumental del sistema sociocultural.

Esto también tiene su paralelo en la concepción budista de que todos nacemos con una naturaleza de Buda inherente, pero la perdemos al creer y alimentar las ilusiones que se nos presentan en el mundo. La cultivación no es algo externo a nosotros, sino que retorna a la fuente que siempre existió en el mismo ser. La iluminación no añade nada, sino que resta todo lo superfluo.

Las múltiples máscaras de lo Uno[editar]

Los diversos filósofos generalmente se han dedicado a enmascarar primeramente la verdad para volver su aparencialidad evidente; es decir, para inmediatamente intentar desenmascararla. La falsedad de lo convencionalmente aparente debe volverse obvia para que el encuentro con una realidad o verdad subyacente sea igualmente obvio.

Recordemos que la mismísima filosofía occidental empezó con lo Uno, la búsqueda final de los presocráticos como un Universo hecho de una sola sustancia (Arjé, ἀρχή, "excelencia", "creación" o "principio" - una contradicción a la convencionalidad mítica de simplemente cantar adorando los mitos de héroes y dioses), mientras que la filosofía sínica era exactamente igual con el Tao, "camino" (también una contradicción a medir la virtud mediante la adherencia a jerarquías y rituales). Asimismo, el budismo surgido de la India tuvo el mismo principio y conclusión en su búsqueda del Nirvana. Hasta el abrahamismo termina por buscar esta unidad fundamental en Dios. E incluso el aparente individualismo y egoísmo más descarado y desmistificador termina en el remisticismo de la unidad absoluta en Stirner, con "El Único y lo que le es propio", donde le da a la consciencia autopercibida las mismas atribuciones que tradicionalmente se le asignan al Dios abrahámico. Finalmente, aún el oscurantista filósofo nazi, Heigegger, también buscaba "la pregunta que interroga por el Ser". No creo por lo tanto estar exagerando al afirmar que la enseñanza primera y final de toda la filosofía que llega a su conclusión (sí, de toda) es el Uno o lo Único, es decir la unidad fundamental y final de todo el Ser como la cantidad y cualidad absoluta de todo lo que es (y fue y será).

Clarificaciones[editar]

Para ser perfectamente claro, no estoy llamando a la disolución de toda la cultura ni a abrazar el "caos social" que se argumenta ello produciría (aunque ese "caos", incluso de ocurrir, no podría ser más que temporal). Nada en este ensayo sugiere tal cosa; sin embargo, los mecanismos latentes en nuestro sistema se precian en adoctrinar a los sujetos en que la única alternativa a su "orden" es un desordenamiento destructivo y violento, la "ley de la jungla" o la "guerra de todos contra todos" hobbesiana. Esto está lejos de la realidad.

Lo que propongo es la examinación intuitiva y consciente de las normas e instituciones, y la abolición de aquellas cuyos efectos no coincidan en nada con nuestras vivencias e intuiciones éticas morales; mientras el resto pueden readaptarse selectivamente a un nuevo reordenamiento de la percepción en una sociedad más sensible.

El llamamiento es, como aplicaba Mauricio Yattah a su esquema, tan evolucionario como revolucionario. No podemos olvidar que, cuando y en la medida en la que pensamientos como el anarquismo y el marxismo resultaron movimientos revolucionarios de masas, lo hicieron por fuera de la academia y de las instituciones; no eran "ámbitos de investigación" sino nociones carismáticas y sentimentales para sus adherentes, complementos de su profunda sensación moral de presenciar o ser objeto de injusticia y de su deseo manifiesto de luchar contra ella (Che Guevara dixit).

Esta forma de atacar la vacuidad de la repetición en el rito, así como el volver a la fuente de la sensación, el sentimiento, es un tema recurrente en todas las revoluciones y aún en las grandes reformas. No es casualidad, sino que ocurre así porque resulta algo necesario para efectuar cambios sociales valederos; incluso el rabino profético Abraham Heschel hizo esta distinción de que era necesario sentir a Dios y actuar de acuerdo a las convicciones morales, y no solo adorarlo performativamente. Según él, el rito y la tradición pueden tener valor, pero solo lo tiene si se manifiesta una conexión emocional y personal con el significado de ese rito.

Desde el pensamiento yattáhico, no hay una fuerte distinción en el funcionamiento sistemático de personas y el de las neuronas: ambas reciben información, la procesan y la transmiten a sus semejantes, ambas funcionan en redes y circuitos de transmisión, ambas pueden activarse en solitario o en tandem y, de manera clave, ambas se autoorganizan a partir de patrones de estímulo y respuesta. El caos social no es algo intimidante e hipotético; es el estado base de este sistema, a partir del cual los demás son autoorganizaciones con variables grados de libertad y espontaneidad. La desorganización de ciertas sinapsis (conexiones) solo prepara al sistema a la producción de otras nuevas: Nuevos circuitos, nuevas organizaciones y nuevos significados.

La transfiguración y resignificación y/o abolición de los ritos, mandatos y costumbres debe valerse entonces de la herramienta intuitiva (equivalente a la transición entre el caos y el orden), porque de otra manera, si se aferra a lo "preexistente" será siempre víctima del dueto retroalimentado de institución-tradición. Dupla que, si bien es capaz de alterar superficialmente las formas cuando la realidad está muy desfasada de su ficción (como en las alteraciones a la misa en el Concilio Vaticano Segundo), es impotente (o negativamente potente) en cambiar la profundidad de su contenido. El potencial transformador del instinto es por su potencial destructor, puesto que la academia y las instituciones civilizatorias están diseñadas para siempre construir encima de lo preexistente.

No habrá mejoría mientras se maquille la superficie en lugar de demoler lo podrido, viejo y disfuncional del edificio y empezar desde los cimientos. No se puede combatir la enfermedad solo en sus síntomas superficiales. Tampoco se puede pretender que se está frente a una restauración funcional "arreglando" lo que está mal en la fachada con yeso y pintura, cuando por detrás el moho y la humedad se multiplican: Hay que remover la infección para que el paciente mejore. Es cierto que los cambios duelen, como con cualquier intervención radical; pero vivir anestesiado en cama, sin sentir nada y tampoco poder hacer nada, como en coma farmacológico, no es una vida que valga la pena vivir.

Conclusiones sociales[editar]

No es necesario llegar a la Unidad Absoluta del Ser para comprender las implicancias de lo complejo y lo simple. Lo (artificialmente) complejo, tal como un laberinto multidimensional, es un obstáculo para la acción. Inclusive constituye un obstáculo para llegar a conclusiones intelectuales, ya que mientras la complejidad se siga añadiendo, multiplicando o exponenciando, no se van a poder lograr resoluciones. Un vector puede constituirse como la suma de todos en un ámbito; mientras se lo descomponga en lugar de unirlo, las flechas tirarán en muchas direcciones distintas y el movimiento será imposible.

La vida real siempre simplifica las fuerzas, de tal manera que el movimiento no es solo posible, sino inevitable. La línea del tiempo es la suma de todos estos vectores y de los movimientos que provocan. La falta de nuestra fuerza para tirar en una dirección significa que otros están arrastrando o empujando la historia a donde ellos quieren. Después de todo, no se ve a las empresas "complejizar" sus valores accionarios volviéndolos ilegibles, o "heterogeneizar" sus contabilidades. Si o cuando lo hiciesen, todos sospecharían una movida turbia. Entonces, ¿por qué se le permite a la intelectualidad y a las humanidades en particular realizar estos oscurecimientos del movimiento? Simplemente, porque su rol es actuar como cortina de humo mientras otros realizan la ingeniería social a favor de los grandes cambios que desean. Cambios que, atentos a la aplastante jerarquía social en la que vivimos, donde ocho personas tienen tantos assets como todo el resto combinado de la humanidad, enteramente favorecen el mayor control de los factores estocásticos (los que pueden arruinar las expectativas, especialmente las expectativas de profit), la concentración de la riqueza y el poder, y la maximización de las ganancias.

Regresar a la simplicidad intuitiva de nuestro pensamiento y nuestro juicio es un imperativo necesario para caer en cuenta (es decir, bajar a un nivel inferior de complejidad) de lo que pasa, y poder actuar efectivamente en base a la realidad de los hechos, y no sobre y dentro de la cubierta de sus sucesivas racionalizaciones y justificaciones manipuladas.

Referencias[editar]

Las Referencias aluden a las relaciones de un artículo con la "vida real".

Bibliografía[editar]

La Bibliografía se compone de recursos informativos que existen en la "vida real".
  1. ‘On the Method of Theoretical Physics’, lecture delivered at Oxford, 10 June 1933: "It can scarcely be denied that the supreme goal of all theory is to make the irreducible basic elements as simple and as few as possible without having to surrender the adequate representation of a single datum of experience."; often quoted as "Everything should be made as simple as possible, but not simpler."
  2. Oxfam says world’s rich could end poverty
  3. Sage (philosophy) - In Platonism and Aristotelianism - In Plato's Symposium Socrates says the difference between a sage and a philosopher (Ancient Greek: φιλόσοφος, meaning lover of wisdom) was that the sage has what the philosopher seeks. While analyzing the concept of love, Socrates concludes love is that which lacks the object it seeks. Therefore, the philosopher does not have the wisdom sought, while the sage, on the other hand, does not love or seek wisdom. (...) The philosopher is not wise, but possesses the self-awareness of lacking wisdom, and thus pursues it.
  4. Yattah, Mauricio Jorge - BASES para una Democracia de Participación Directa - Capítulo 14: "El cuerpo que se ve y se toca y el cuerpo que ni se ve ni se toca"
  5. Yattah, Mauricio Jorge - ESTRUCTURAS para una Democracia de Participación Directa - Capítulo 19: "Palabras finales"
  6. Yattah, Mauricio Jorge - ESTRUCTURAS para una Democracia de Participación Directa - Capítulo 6: "Amansamiento"

Véase también[editar]

⚜️[editar]

   Artículo original de NimoStar
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