Ensayos:Desequilibrio - El desbalance entre la mujer y el hombre

De Bestiario del Hypogripho
Estas reflexiones no pretenden ser literales... comúnmente estan removidas del lector por las múltiples distancias del tiempo, el espacio, la cultura y la subjetividad. No deben tomarse como manifiestos ni como publicaciones científicas; no hacen pretensión de rigor u objetividad. Más que declaraciones de pensamiento, son provocaciones -otra cosa que la computadora no puede hacer-; ¿Qué buscan provocar? Un desafío. Una reacción. El fin del mundo que vivimos está signado por la estandaridad, el automatismo y la indiferencia. Es cierto que tal vez unas simples reflexiones y poemas no pueden realizar la diferencia. Pero la marcan. La señalan. La insinúan.
- Los Fines del Mundo (poemario), prólogo. 

Este artículo tiene contenido abordado desde la perspectiva de la "vida real".   Este artículo tiene contenido que finge ocurrir en nuestro "mundo real", pero es de hecho ficticio.     Este artículo tiene elementos originales creados por NimoStar. Click para ver todos los artículos de este autor. 

En un "lejano" (o eso dicen) futuro de seres cibernéticos agénero, se dictó una curiosa interpretación de nuestra sociedad...

Toda la historia de la civilización humana fue una batalla contra el matriarcado. Y el matriarcado ganó.

Los hombres se confederaron, sí, e inventaron las instituciones como contrapeso del poder singular y personalísimo de la mujer, que va más allá de todo control y toda regla. Este, el famoso "patriarcado", sin embargo siempre estuvo a la defensiva. Siempre sospechó del poder omnímodo de la mujer, y cayó en cuanto bajó la guardia.

La sobreextensión del foco masculino no era asequible. El patriarcado como exclusión de la mujer, no era estable. Los hombres debían tener en sus mentes cómo controlar cada detalle del mundo: Desde la maquinaria pesada a la programación al diseño genético.
La mujer, sin embargo, solo necesitaba dedicarse a controlar una cosa: Al hombre. Este foco hace su dominio mucho más sencillo, mucho más sutil. El excluir a las mujeres de todos los ámbitos salvo el doméstico solo agravó el problema: las hiperespecializó para el único rol que les quedaba.

Una mujer que no domina hombres es débil. Un hombre que no sea débil, ansioso, considerado y cortés ante las mujeres, es inhumano.

Un punto clave de la dominación femenina es la eterna farsa de que el hombre debe "proteger" a las "débiles, inocentes e indefensas" mujeres. ¿Protegerlas de qué? De otros hombres, que piensan que están haciendo lo mismo. En realidad nunca hubo una esencia moral de protector, y el agresor es el otro. Se trataba de un concurso por, desde y hacia las mujeres. El vencedor de la contienda se declara protector, el derrotado agresor. No hay nada más. Como en todo lo demás, la historia es escrita para los vencedores. Y lo que es más, durante el proceso, la mujer social y sexualmente más se fortalece cuanto más los hombres a su alrededor se enfrentan o aún se destruyen; no solo debilitándose entre sí frente a ella, que juega de árbitro y regente de la contienda; sino también mostrándole al mundo lo poderoso de su presencia y lo deseable de su ser.

Las instituciones del famoso patriarcado no mintieron en postular una protección muy distinta: La protección de los hombres entre sí. Protección del mundo femenino y las mujeres. Esto era bastante explícito en el mundo griego y el romano, donde nada era más temido que la "influencia femenina" sobre el poder, una fuerza no solamente "degenerativa" de sus costumbres, sino fundamentalmente "extranjera" y "orientalizante".

El deseo de la mujer siempre tiene ventaja sobre el del hombre; el del hombre tiene que ir hacia afuera, buscar un objeto. Se agota en su agresividad, se pierde en su búsqueda. Tiene límites, se cansa, su conquista se apaga; si se le ofrece demasiado, en algún momento ya no puede tomarlo. Si tiene que defender mucho territorio, se sobreextiende y es destruido. Pero el deseo de la mujer es hacia sí misma. Cuanto más tiene más se desea. Su territorio está en sí misma y por lo tanto nunca puede sobreextenderse, solo reforzarse. Sus ejércitos son la fuerza de otros dispuestos a dar, a matar y a morir. No posee límites, no se cansa ni se agota. Los taoístas sabían esto.

Cuando la tecnología y el progresismo permitieron que la mujer se hiciera cargo completamente de su ciclo reproductivo, la única desventaja que poseía en el sexo fue anulada.

Como lo han demostrado miles de años de dinastías, la mujer no necesita ostentar el trono para ejercer el poder. No debemos ver por lo tanto la superficie de los cargos. Marco Antonio y Cleopatra. Margaret de Anjou. Madame de Pompadeur. Lo que vemos, ¿y lo que no vemos? ¿Cuántos sultanes obedecían a su madre, dueña del palacio del harem? ¿Cuántos imperios no eran dirigidos desde el trono, sino desde la cama? Por eso los conservadores temían mucho menos el hecho de una mujer en el trono, que era visible y por lo tanto podía ser controlada -muchas reinas conservadoras, como la reina Victoria que le da su nombre a la "ultra-patriarcal" "edad victoriana", eran perfectamente populares y celebradas-... que lo que temían al poder de las mujeres detrás de los tronos, una fuerza extrainstitucional, insidiosa y acaso subversiva.

La tecnología finalizó el proyecto invisible e inconsciente de restaurar el dominio de la mujer -aquel por el que, directa o indirectamente, combatían desde tiempos prehistóricos-. Estos avances permitieron que no se "conformaran" con hombres que considerasen subpares, las independizó de la dependencia de uno, y permitió dar rienda suelta a sus tendencias eugenésicas. El precario balance en el que la humanidad evolucionó, donde las mujeres tenían que balancear el uso manipulativo de su sexualidad con los riesgos del embarazo y el contacto personal, terminaron. Hoy la mujer puede movilizar sus ventajas sexuales enteramente online sin contacto personal; también puede tener todo el sexo que le de la gana y con quienes, y controlar no quedarse embarazada, y de quién. Si la evolución había hecho de las relaciones asimétricas entre los sexos un equilibrio aunque fuera inestable, en esta era posmoderno-digital la balanza estaba completamente quebrada.
Irónicamente sin embargo, también la tecnología acabó con el dominio de la mujer, volviendo irrelevante sus roles como gestantes y amamantadoras, permitiendo avanzar hacia la etapa asexual.

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