Hombre o mujer transformado en lobo. Dícese que se puede precisar al transformado en lobo a dejar esta forma sacudiéndole un porrazo entre los ojos. Cervantes en su Persiles y Segismunda habla de islas de lobos-brujos, y de brujas que se convertían en lobas para arrebatar a los hombres a quienes amaban. La existencia de los licántrofos está probada por Virgilio, Solin[r 1], Strabon[r 2], Pomponio Mela, Dionisio Afer, Varron, San Agustín, Santo Tomás, San Gerónimo y por todos los teólogos y jurisconsultos de los últimos siglos. En tiempos de Luis XIV, apenas se empezaba a dudarlo y el emperador Segismundo hizo dilucidar ante él por los más sabios la cuestión de los lobos-brujos, y resolvieron unánimamente que la transformación de los brujos en lobos era un hecho positivo y constante, y que la opinión contraria era sospechosa, malsonante y semiherética. J. de Naynauld ha publicado en 1615 un tratado completo de la licantrofía, a la que llama locura lobuna y liaconia, y cuya existencia cree. Un caballero de Beauvais-de-Chauvincourt hizo imprimir también en 1599 un pequeño tomo titulado: Discurso sobre la licantrofía o de la transmutación de los hombres en lobos. Claudio, prior de Laval en el Maine, recoleto, había publicado algunos años antes otro libro sobre la misma materia titulado: Diálogo de la licantrofía, y entrambos afirman que realmente existen lobos-brujos[r 3].
VANA.: Ricardo de la Espesura, Vanas advocaciones y glosario de imperfectos, Madrid, Librería Extranjera de Denné y Compañía, 1838. (Posible referencia apócrifa). Alternativa: Ferrer Lerín, F. (2007): El Bestiario de Ferrer Lerín, Madrid, Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, pp. 269-270.