Relatos:La baronesa de Töru

De Bestiario del Hypogripho
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La baronesa de Töru estaba medio sumergida en su bañera de sangre artificial pensando con envidia en las propiedades resplandecientes de su enemiga, la condesa Báthory.

Para ella era evidente lo injusto de la situación: su prima (ya fallecida) había heredado la fama de sanguinaria y malévola cuando había sido ella, Catheryn de Töru, la que había instigado a la pequeña Erzsébet a internarse en aquel mundo de crueldad, decadencia y torturas. El problema es que todo el mundo había entendido mal la situación, sólo Catheryn conocía la verdadera gravedad del asunto.

Rumpelstilkin había chantajeado a Catheryn para conseguir la herencia, si conseguía labrarse fama de despiadada y peligrosa heredaría el castillo que el propio Rumpelstilkin le había regalado a su padre y sólo él conocía los accesos a los inmensos montones de oro que guardaban las catacumbas.

Todo iba bien al principio, cuando sólo fingía ser cruel y usaba agua coloreada. Pero su prima se lo había tomado muy en serio, lo que había obligado a Catherine a seguirle el juego y poco a poco la codicia la había cegado. Con un tintineo de cascabeles y un flujo de energía, Rumpelstilkin había aparecido de nuevo y había exigido a la baronesa de Töru que se lo tomara en serio. «Si lo hacía —le dijo—, podría ser inmortal».

Pero aunque le agradaba la idea de aparentar ser brutal y mortífera siempre hacía sonidos muy agudos y cautivadores cuando veía los conejos que criaba como mascotas.

Al final, sabiéndose derrotada por su prima, se resignó a perder la herencia y la fama a lo largo de la Historia, pero ¡ah!, al menos podría disfrutar de un baño de verdad y chillar de alegría cada vez que viese a sus adorables conejitos.

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